En este versículo se ve una breve descripción de la persona del Señor Jesucristo: “Nuestro gran Dios y Salvador Jesucristo”; se le describe con título de poder o majestad: “Gran Dios” y de consuelo o misericordia: “Salvador”.

En la frase hay una mezcla de poder y bondad que pertenecen a la misma persona, nuestro Hermoso Redentor. Él es Omnipotente y amoroso para nosotros.

Esto es así por el consuelo que encierra para los creyentes que Cristo, teniendo el poder, no se olvida de su gran misericordia, y en el Día del Juicio Final, cuando todos los hombres sean llamados a dar cuenta, no temeremos, porque el Señor Jesús tendrá para nosotros la misma ternura y compasión que tuvo en la cruz por los pecadores que confían en Él. Es frecuente en la naturaleza humana que cuando somos encumbrados olvidemos a nuestros amigos pobres, pero con Cristo no es así, y la razón es muy simple: Porque Él es “nuestro gran Dios y Salvador Jesucristo”. Cuando dice “gran Dios” indica la gloria de Dios, y al destacar “Salvador” indica el beneficio de los que en Él confían, o sea, que Dios en Cristo ha unido Su gloria con nuestro beneficio.

Hay una gran diferencia entre el carácter perdonador de Dios y los hombres. Cuando nos ofenden es cierto que perdonamos, pero al mismo tiempo nos hacemos lentos para hacer el bien a quien nos ofendió; en Jesucristo no es así, porque siendo Él poderoso y justo para vengarse por nuestra rebeldía, aún así es poderoso salvador:  hace el bien no por necesidad, sino de buena voluntad. En los seres humanos, el poder los hace crueles, mas en Cristo es diferente, porque teniendo  mayor poder, tiene también  mayor misericordia y más grande amor. Él es el Dios poderoso, y también Príncipe de Paz. ¡Oh, cuándo aprenderemos a ser fuertes y compasivos! Recordemos, pues, que el poder se nos da para hacer el bien, y haciéndolo mostremos un buen testimonio, porque Él es: “Nuestro gran Dios y Salvador Jesucristo”. Amén.