El texto encierra tres asuntos: Una proposición: “Mi porción es Jehová”. Una ratificación: “dijo mi alma”. Y una inferencia o conclusión: “por tanto, en Él esperaré”.   La palabra “porción” significa una parte de un todo mayor, o una parte a diferencia del todo. Pero con relación al objeto escogido, esto es Dios mismo, no se aplica tal sentido, sino nuestra parte o felicidad; como si el profeta dijera que su felicidad es Dios mismo. El Creador es su porción, no futura, sino en posesión presente y eficaz, su ayuda en medio de las calamidades.

Él no dice que Dios sería su porción en el otro mundo, sino ahora mismo; mi eterno bien, y la más duradera porción posible: “Mi carne y mi corazón desfallecen; mas la roca de mi corazón y mi porción es Dios para siempre.” (Sal 73:26). Las cosas buenas de esta vida son como flores, que sólo se disfrutan por breve temporada; pronto se marchitan y perecen. El hombre carnal vive un sueño y en su muerte es despertado para un terrible final, es allí donde aprende que el  mundo está bajo el maligno, en constante engaño. En cambio, el piadoso tiene otra visión de la vida, su felicidad es Dios, nadie puede quitársela, ni siquiera cuando muere; la muerte separa su alma del cuerpo y de todo lo de aquí abajo, lo saca de este mundo, pero no de su felicidad que es Dios mismo. Una porción es valiosa si es buena, y nada más bueno que el Creador. Así que: el Señor nuestro Dios es fuente original, independiente, principal, infinita y eternamente buena, y por tanto, la razón para escogerlo como nuestra porción.  “Por tanto, en Él esperaré”. Esperar aquí además significa confiar, es una paciente espera sobre la misericordia del Señor. Como si hubiese estado bajo ignorancia, pero de pronto fue iluminado, vio a Dios, y su mente se complació o se deleitó, entonces su alma dijo: Esto es lo mío, no quiero otra cosa, y estando iluminado con luz del cielo, concluyó: “En Él esperaré”.  Amén.