Hoy con Cristo
El Señor trabaja sobre el alma  creyente

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Dios es quien hace esa constante renovación sobre el alma del creyente. Es una obra milagrosa, por fuera envejecemos y por dentro somos renovados; el escritor añade: “Esta leve tribulación momentánea produce en nosotros un cada vez más excelente y eterno peso de gloria” (v17). El cuerpo, por los años, las enfermedades y las tribulaciones se va desgastando, y al mismo tiempo Dios le pone el peso de que la gloria le pertenece. Como si fuese esculpiendo una figura en una piedra de mármol, rebaja el material y a su vez se va formando una figura hermosa; eso hace Dios sobre el alma creyente.  Esto significa que el Señor ha prometido vestir de gloria el alma de sus siervos, y no calentará o dilatará el pago, sino que tan pronto como termine el día de cada uno, lo cual ocurre al morir, ahí mismo le recompensa vistiendo sus almas de gloria eterna.

El más mínimo centavo será pagado. Todo el bien que tú hayas hecho en amor a Cristo te será recompensado, tal como indica Pablo: “El que nos hizo para esto mismo es Dios.”

La vida del ser humano es como el proceso de un día que nace y en la noche termina; o que ha de llegarnos la hora de la noche, o el final del transitar en este mundo, y el pago del servicio a Dios que cada uno haya hecho lo recibirá tan pronto como termine el día, la vida, o al morir.

Dicho de otro modo, que Dios obra sobre el alma de sus elegidos en esta vida con el fin de luego llevarlos a la gloria. Acentuamos esta obra de nuestro Señor como artífice por excelencia. Si el Creador capacita hombres imperfectos para hacer obras de arte hermosas, cuanto más no hará con el alma de Sus elegidos. Y así lo enseña el apóstol Pablo, óigalo: “Somos hechura suya, creados en Cristo Jesús”.

El Señor trabaja sobre el alma creyente con el fin de hacerla hermosa, bella, alegre; feliz por siempre.  Hay un final dichoso para el verdadero cristiano.  Amén.

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