Hoy con Cristo
Enseñar a los niños a ser devotos a Dios

<STRONG>Hoy con Cristo<BR></STRONG>Enseñar a los niños a ser devotos a Dios

“Iban sus padres todos los años a Jerusalén en la Fiesta de la Pascua, y cuando tuvo doce años, subieron a Jerusalén conforme a la costumbre de la fiesta” (Lc.2:42).

Este pasaje narra un hecho en la vida de Jesús siendo un muchacho. Y es el único que se registra hasta los 29,  cuando empezó su ministerio público. Sus hechos portentosos no fueron súbitos, sino gradualmente. Si estamos en la oscuridad y si se nos lleva poco a poco bajo la luz, no será un perjuicio, sino un beneficio. De manera semejante se fue descubriendo la luz del Hijo de Dios. Desde muy temprano comenzó a dar muestras de su futura misión. Aun siendo el Hijo de Dios, fue un ser humano como todos,   maduró física y emocionalmente como otros. Creció por grados, antes un bebé, ahora tiene doce.  Su humanidad escondió su divina gloria. ¿Tú tuviste infancia?, Él también.

La ciudad de Jerusalén estaba situada sobre el Monte Sión, era necesario subir. María, su madre, fue  el sexo débil, no obstante subió también. Ella se portó como un hombre fuerte. Era una familia unida. La piedad no considera distinción de sexos. Fue una mujer celosa del servicio a Dios. Alguien ha dicho que hay gente que no alcanza el éxito nunca, porque sólo hacen lo que se le manda; ella no era de tal clase, pues hacía lo suyo e iba una milla más. No en balde se dice de ella: “Le dirán bienaventurada todas las generaciones” (Lc1:48).

El verso dice: “Iban sus padres todos los años a Jerusalén en la Fiesta de la Pascua; y cuando tuvo doce años, subieron a Jerusalén conforme a la costumbre de la fiesta”; o que el niño subía con ellos anualmente. En todos los hechos de su vida hay un ejemplo de instrucción para nuestras vidas. Enseñar los niños a ser devotos a Dios desde muy temprano es bueno, que sigan el ejemplo de Cristo desde la infancia.

Es política del diablo desanimar los padres sobre la piedad infantil. Esta creyente familia, no subió a mirar, sino a cumplir con el mandato divino de estar presentes en la fiesta de los panes sin levadura. Amén.

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