Hoy con Cristo
La envidia es una molestia interior

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Nuestro texto dice que la envidia no solo es pecado, sino también tormento: «Es carcoma de los huesos». El envidioso es empobrecido por las riquezas del otro, y atormentado por la felicidad ajena.

En sentido general,  la envidia puede ser definida así: Es un espíritu de insatisfacción o molestia interior, que se opone o le disgusta la prosperidad y felicidad de los demás, al compararla con uno mismo. Por este pecado uno se siente ofendido por el bien ajeno, nos perjudique o no ese bien.

El envidioso quiere brillar él solo, y peor aún, le parece que el bien ajeno fue tomado de lo que era suyo. Se siente incómodo y a veces no puede frenar la murmuración cuando ve la superioridad comparativa del honor, prosperidad o felicidad que el otro disfruta, sobre lo que él tiene. A este estado del espíritu natural es lo que la Biblia y donde quiera se le denomina como la envidia.

Para poder cultivar una vida balanceada, es necesario estar persuadidos que no somos el centro del universo, y que además hay personas que son superiores en todos los sentidos que uno. Uno de los extravíos de la envidia es que no admite esa realidad, no resiste que los demás puedan poseer, ser o estar por encima.

Es necesario apuntar que hay una disposición natural en el hombre que lo guía a procurar ser el mayor o superior entre todos los hombres, de modo que no sorprende que el hombre se sienta disgustado cuando ve a otro por encima. Procura, pues, combatir la envidia toda vez que surja en tu pecho.  No aceptes las imaginaciones que te hagan pensar que el otro está tomando ventaja, ventaja que no pasa de este mundo y como mucho hasta la tumba.  Haz esto y vivirá tu corazón. Amén.

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