Hoy con Cristo
La humildad es una Gracia de Dios

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“Haya, pues, en vosotros este sentir que hubo también en Cristo Jesús” (Filipenses 2:5). Este sentir es ser humildes. En esto uno ve la grandeza de Dios, ve superioridad en su prójimo, y así  da entrada al poder de la Gracia para hacerlo crecer en humildad. De ahí se infiere, que todo aquel que  no ve de manera correcta al Primero, y Único de los seres, tampoco podrá ver lo mismo con sus semejantes. Como no está preparado con el primero, tampoco con lo segundo. La humildad es una Gracia de Dios a sus hijos. Crecer en humildad es equivalente a crecer en la Gracia.

Si somos honestos y no hemos perdido el sentido común,  siendo creyentes tenemos mayor obligación de ser humildes, pues la Gracia nos hace conscientes de nuestra falta de conocimiento, corta sabiduría, escasez de inteligencia, torpeza en los quehaceres u obligaciones, deficiencia en el trabajo, incapacidad. Necesitamos desesperadamente la sabiduría del Altísimo para que nos guíe y Su poder, para que  nos capacite a hacer correctamente las cosas que Él requiere. Eso es humildad. En otras palabras,  es actuar conforme a la regla: “Digo, pues, a cada uno de vosotros, por la Gracia que me ha sido dada, que nadie tenga más alto concepto de sí que el que deba tener; más bien, que piense con sensatez, conforme a la medida de la fe que Dios repartió a cada uno” (Ro 12:3). Esta medición   debe  aplicarse en dos sentidos: en comparación con Dios, y con mis semejantes.  Así como vemos en las carreteras, cada cierto espacio,  letreros que indican la ciudad más próxima y  el trecho que nos separa de la  capital, ofreciendo  dos medidas: una fija, la del distrito, y la otra variable, dependiendo de la ciudad, en   la humildad, nuestras comparaciones son dos:  Dios y  el prójimo. 

Esto no nos  impide ver lo bueno en uno  ni de los defectos en otros. El valor de la humildad estriba en que nos hace pensar con cordura de nosotros mismos sin despreciar a los otros,  aun cuando los veamos inferiores. La Gracia nos hace amar al prójimo. Amén

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