El mensaje de este versículo puede ser dicho así: Que el Espíritu de Dios no soporta morar en una habitación donde haya turbación de alma. Él jamás pondrá sonrisa de aprobación en los tales; porque la violencia de espíritu no solo descompone la razón, sino que también trastorna la conciencia.

El Santo Espíritu de Dios es amigo de un espíritu sedado, quieto, manso; como si los tumultos y las pasiones inmoderadas le atemorizaran, y por eso se entristece.

Ten presente que tú no has sido llamado por Dios a dar libertad a las pasiones humanas que encienden la ira, por el contrario, Su Gracia capacita para estar quieto, ser apacibles de corazón en lugar de tener el espíritu agitado, enojado y dejarlo que así continúe. Debes también cuidarte en no llamar celo santo a lo que es una ira pecaminosa que procura lo suyo propio.

 Para eso toma y no olvides esta regla general: “En defender lo divino no habrá sentimientos agitados, ni amargura de espíritu, ni deseos de venganza. Lo impropio contiene mala voluntad, malicia y abundancia de maquinaciones.

¿Y tu familia? ¿hay derrame de ira en la familia, enojo, gritería, impaciencia con aquellos que Dios te ha dado para que dependan de ti y los lleves otra vez a Él?, ¿los estás haciendo, en cambio,  hijos de las tinieblas, llenando sus corazones de amargura y resentimiento? ¿Qué dirían tus vecinos de tu carácter? ¿Los tratas con ira, rencores y malos sentimientos, defiendes tu propio interés o el de Cristo?, ¿Le pagas mal por mal o mal por bien?  En todos estos puntos es saludable para el alma que te examines a ti mismo. Si así ha sido contigo, entonces la ocasión es propicia para renovar el arrepentimiento. Amén.