Hoy con Cristo
No seamos, pues, como el avaro

<STRONG>Hoy con Cristo<BR></STRONG>No seamos, pues, como el avaro

Las criaturas son buenas mientras ayuden a tener los ojos de la fe abiertos; esto es, ver al Creador, en las buenas y  las malas.

Mientras el salmista estuvo disfrutando facilidad terrenal, fue tentado a confiar en su propio  poder. Pero olvidó que las porciones aquí son para gastarlas o más bien invertirlas en nuestra principal empresa, que es el cielo. Dios ha sembrado la gracia de la fe en nosotros para que nuestras almas puedan ser llevadas a Él mismo y no se echen sobre cosas vanas que perecen. No seamos, pues, como el avaro, que cree que el dinero le resolverá todos sus problemas. En cambio, el verdadero cristiano sabe que las cosas de este mundo tienen un sabor diferente a las celestiales, más temprano que tarde sale su propio amargo. El creyente tiene la capacidad de gustar de lo excelente y el Espíritu de Dios lo conduce hacia ese manjar.

El descubrimiento de la verdadera felicidad se inicia diferenciando lo verdadero de lo falso; lo temporal de lo eterno; lo relativo de lo absoluto. Hasta que alguien no descubra esto no puede decirse que está en condiciones de ser feliz. Es así que el alma podrá ver lo que es mejor y seguro, para descansar sobre eso y trabajar para eso, las criaturas o el Creador. 

Las criaturas son buenas mientras ayuden a tener los ojos de la fe abiertos; esto es, ver al Creador, en las buenas o en las malas: “Y sabemos que Dios hace que todas las cosas ayuden para bien a los que le aman, esto es, a los que son llamados conforme a su propósito”. (Ro. 8:28). No es pequeño privilegio lo que el Señor concede a algunos de despertar el paladar con aperitivos de esta tierra, para que luego puedan disfrutar a plenitud los deleites de una más alta naturaleza.  Amén.

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