Hoy con Cristo
Pastor Oscar Arocha

<STRONG>Hoy con Cristo</STRONG><BR>Pastor Oscar Arocha

El necio da rienda suelta a toda su ira, pero el sabio conteniéndose la apacigua” (Pro.  29:11).

El sabio la apacigua porque el ejercicio de la ira trae a menudo consecuencias que no benefician.  El remedio contra tal ira es labor de la mansedumbre: “Todo hombre sea pronto para oír, lento para hablar y lento para la ira” (Stgo.1:19).  Esto es: Oye, calla y aguántate.  Oye tus razones, silencia tus sentimientos, y te será mucho más fácil ser manso.  A toda costa hay que impedir la entrada del enemigo.  Y allí la mansedumbre te preguntaría: Por qué, contra quién, cuál será la consecuencia, qué daño te harían y otras preguntas semejantes.

La idea es ponernos a deliberar el asunto.  Un caso, el Señor con Caín: “Entonces Jehová preguntó a Caín: “¿Dónde está tu hermano Abel? Y respondió: No sé.  ¿Soy yo acaso el guarda de mi hermano? Le preguntó: ¿Qué has hecho? La voz de la sangre de tu hermano clama a mí desde la tierra” (Gén.4:9,10).  Oyó las argumentaciones del culpable antes de castigarlo, o que deliberó.  No que Dios necesite hacerlo, sino como expresión de compasión con Caín y como ejemplo para nosotros. 

Otro caso: “Jehová descendió para ver la ciudad y la torre que edificaban los hombres” (Gén.11:5).  Otra vez la misma idea de deliberación; considerar la arrogancia de aquellos hombres antes de confundirlos.  Un tercer incidente: “Descenderé, pues, para ver si han consumado su maldad, según el clamor que ha llegado hasta mí; y si no, lo sabré” (Gén.18:21).  De esto inferimos que el tener compasión del prójimo está directamente relacionado con la mansedumbre.  Un hombre poco manso será también poco compasivo. Así que, debemos considerar antes de airarnos.

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