Hoy con Cristo
Quien beba agua del cielo lo tendrá en él

<STRONG>Hoy con Cristo<BR></STRONG>Quien beba agua del cielo lo tendrá en él

El amor al hermano es fruto de la piedad. Quien ama a Dios por Su propia causa, de seguro que amará a su hermano: el amor de Pedro por Dios le capacitaría amar a los que son de Cristo. El río del amor nace allá arriba, en la fuente de la piedad. Quien beba agua del cielo, tendrá el cielo en sus venas, y podrá soportar las debilidades del hermano. Nuestra tendencia es amar y soportar a quienes son recomendados por los grandes hombres o por su propia grandeza, pero el mandato de Dios es amar aquellos que son recomendados por Cristo: “Cuando hagas banquete, llama a los pobres, a los mancos, a los cojos y a los ciegos. Y serás bienaventurado, porque ellos no te pueden retribuir, pero te será recompensado en la resurrección de los justos” (Luc.14:13-14); aplicado al tema es soportar a los más débiles, ser compasivos con los que nos ofenden. La semilla del amor al hermano es tan poderosa que puede germinar y dar buenos frutos aun en tierra no apta, porque tu recompensa está en Cristo; ama, pues, a los que Cristo te recomiende.

Por tanto, no podemos esperar que los otros nos soporten, si no estamos dispuestos a hacerlo así con los hermanos. Cada uno de nosotros tiene fallas y errores, y en eso debemos ser cuidadosos por equidad y justicia, porque Dios paga con palos a los que dan palos: “No juzguéis, para que no seáis juzgados” (Mat.7:1); si no practicamos amor en soportar a los demás, tampoco lo recibiremos cuando más lo necesitemos.

En lo particular, es muy reprobado quien tenga sus deudas perdonadas, y aun así tome por el cuello a su consiervo y no le muestre misericordia: “Así también hará con vosotros mi Padre celestial, si no perdonáis de corazón cada uno a su hermano” (Mat.18:35). Piensa del amor de Dios que fue tan paciente con nosotros mucho antes de que recibiéramos la luz de la verdad y fuésemos llevados a la obediencia. Amén.

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