Estas son las palabras que Moisés dijo a su hermano Aarón para consolarlo y aquietarlo, después que dos de sus hijos cometieron sacrilegio al ofrecer fuego extraño en la adoración a Dios, y  la ira divina los consumió o mató. Esa calamidad inesperada lo atribuló, pero Dios se compadeció de su siervo y le habló por medio de Moisés, de manera que moderó el espíritu angustiado de su hermano, de donde se aprende, que el mejor medio para consolar el corazón es el uso adecuado de la Palabra de Dios con nuestros hermanos.

¿Qué significa “Me santificaré” en este pasaje?,  que Dios hará que Su Nombre aparecerá Santo; esto es, que se dará a conocer como un Dios Santo delante de Su pueblo. Es como si el Señor dijera:  seré conocido como un Dios Santo, puro, apartado de todo mal; soy auto existente en mí mismo y para mí mismo. Así está escrito: “Yo soy el alfa y la omega, principio y fin” (Apocalipsis 1:8); esto es, que todo  cuanto existe tiene como causa última a Dios, y su creación tiene como propósito de existencia la honra y gloria de Dios. Y por ello los hombres se conducirán a sí mismos con toda reverencia y cuidado, exhibiendo un reconocimiento con santo celo y santidad en todas sus actuaciones. Pero si no me santifican con su conducta, es decir, no me glorifican voluntariamente, entonces “Yo me glorificaré en ellos”. El pueblo de Dios tiene la obligación, deuda y compromiso amoroso de santificarle, pero si no lo hacen así, el Señor les cobraría la deuda.

Es por eso que con relación a los seres humanos, los cuales somos todos pecadores, unos penitentes y otros impíos; para los primeros el Señor tiene una vara de corrección en Sus manos, pero para los segundos una soga para condenarlos y colgarlos por toda la eternidad en el infierno. Un texto lo resume: “Y el uno al otro daba voces, diciendo: Santo, Santo, Santo, Jehová, Amén.