Hoy no, mañana sí

Hoy no, mañana sí

Todavía con el regusto que produce el apoyo y la algarabía. Todavía con el aplauso que acompaña al mensaje rabioso y pío, de redención y venganza, para incautos y desmemoriados. Con el eco de consignas que adocenados compran y reiteran. Todavía con las manos asidas a las pancartas éticas tan frágiles y mendaces, como las condenas imposibles de quienes las exhiben. Todavía con la tenaz oposición de pasarela, esa de adornos y fugacidad, que se detiene en la esquina y el lunes pregunta si ya depositaron. Esa que protesta en la plaza y defiende el derecho a disfrutar del erario. Oposición vip que escribe, habla, se indigna y luego colma sus apetencias, sin remordimientos, porque sabe que el proceder escindido jamás será evaluado por la mayoría. Y para que nadie ausculte conductas usa como escudo protector el reclamo selectivo contra la impunidad, la victimización, la reedición del discurso apocalíptico que augura fraude electoral.

Y entonces ocurre. El equipo encargado de aupar partidos tradicionales como diferentes, de ser inmaculados en medio del fangal, pretende acallar lo sucedido, porque esta vez no es posible decir Diego, donde dije, dije. Estrategas improvisados, taimados simpatizantes, inventores de candidaturas, tendrán que hurgar en sus archivos para elaborar una justificación creíble. Sin descartar el abc de la pureza, esos voceros, apóstoles de la ética, deben rediseñar el discurso que aspira convencer al colectivo de la bondad de un grupo versus la marrulla del otro. Esos cívicos parecen que fueron sorprendidos con el pacto y para continuar la venta de virtudes, procede vencer el escollo.

Los representantes del PLD, PRD, PRSC y PRM acordaron tranquilitos, sin regoldar, solicitar a la JCE la violación de la Constitución de la República Dominicana. Bastó que el pleno de la JCE decidiera cumplir la ley y la reacción ha sido tremebunda. Hasta arguyen estratagema maliciosa y simplemente se trata de la aplicación del artículo 81 de la carta magna, que los peticionarios conocen al dedillo.

Convenga o no a sus diligencias en procura de acuerdos electorales, el texto obliga. El artículo 81 de la Constitución de la República dispone: La Cámara de Diputados estará compuesta por ciento setenta y ocho diputadas o diputados, elegidos por circunscripción territorial en representación del Distrito Nacional y las provincias, distribuidos en proporción a la densidad poblacional, sin que en ningún caso sean menos de dos, los representantes por cada provincia.

El pleno no es responsable del aumento o la disminución de la población. Tampoco inventa. Acata. Y los representantes del PLD, PRD, PRSC, PRM, se coaligan para solicitar el incumplimiento de una Resolución que responde al mandato constitucional.

La armonía partidista, el acuerdo entre pares, no ha sido para transformar, comprometerse, procurar el estado de derecho, no. El empeño es para lograr y mantener las ventajas, fuera o adentro del Palacio, del Congreso, de los Ayuntamientos.

En la época de los liderazgos post carismáticos que tan bien describe Jiménez Polanco en “Los Partidos Políticos Dominicanos”, la proposición tiene que trascender el “no voto por ladrones” y el candidato ser algo más que un referente de bondad, para evitar que las pifias conviertan el mensaje en cháchara. No hay camino corto ni largo en política. El trecho que conduce al poder es marcado por las circunstancias. Errores y aciertos acortan o extienden la distancia. Los imponderables tuercen el rumbo. Desvían, acercan al precipicio o a la meta. Todo puede cambiar, todo puede ocurrir. Empero, es menester cuidar hasta la falsía.

La novedad en el enfrentamiento con la JCE es la suma del PRM al grupo. La adición empaña la campaña de buenos contra malos. La unión luce argucia de pulpero más que deseo de ser diferentes. Solicitar que se postergue el cumplimiento de la Constitución, hasta el 2020, recuerda aquello de “hoy no fío, mañana sí”.

Los alabarderos de la propuesta nueva, seguirán fingiendo que son mejores, pero saben que son iguales.

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