Hoy y siempre

Hoy y siempre

Hace quinientos años, mi hijo, que sólo tenía cuatro y ahora tiene dos mil (porque los muchachos de hoy crecen más rápido que el tiempo), me dijo: “¡Papi, si todos los hombres fueran amigos!”.

El buen deseo de Marco a su edad me llegó hasta el alma, lo confieso. Aún no había escrito yo, en Sábado Verde, el “quítenle los intereses a los hombres y los hombres coincidirán”. Quizás por eso, al recordar aquel deseo de mi hijo, me pareció escuchar con extrañeza la respuesta en mi pensamiento, pero ahora como si fuera la de otro: “Tal vez algún día, Marco, tal vez”.

Un presente político nacional de propuestas unitarias y enormes discrepancias, me trajo a la memoria aquella vieja Europa de países en pugnas permanentes, ya por el bien común unificada.

“¡Pero eran otros pueblos, otra historia, otra gente!”, creí escuchar “¡No se trata de pueblos diferentes, se trata de buena fe política en algunos acuerdos!”. “En política no hay buena fe sino intereses”. “¡Pero aquí, los intereses suelen ser personales!”. “¡Por  eso, lo que bueno comienza casi nunca termina!”.

Aquí comenzó una vez la democracia, le dieron un balazo por la espalda y ahí terminó su historia. Aquí comenzó una vez un abril de película prohibida, intervino del norte la manada y el abril quedó atrás, y el mayo, el junio y julio como siempre, dando paso a las drogas inducidas, al vicio tolerado, a la ignorancia.

Porque lo bueno aquí, lo bueno y verdadero en un amplio sentido, es aquello que tácitamente está prohibido, lo que siempre termina. “¡Y eso es punto final!”, adujo uno. “¡Y eso es punto y seguido”! adujo el otro.

De todos modos, con propuesta unitaria o rechazo de plano a la propuesta, aquellos que han buscado y rebuscado la verdad en sus vidas anhelan ya algo más que una utopía, anhelan un milagro, pero uno de verdad, no de mentira. Un milagro para que algún día, algún año, o algún siglo, nos hagamos merecedores de nosotros mismos.

Merecedores de mirar a los ojos a un niño inocente que impelido por la pureza de su corazón nos recuerde, con todo el gran amor y el gran dolor del mundo, palabras de mañana, y de hoy, y de siempre.

¡Si todos los hombres fueran amigos!

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