Tengo un gran amigo llamado Juan, nativo de Guananico, Puerto Plata. Desde los ya lejanos tiempos en que ambos éramos estudiantes universitarios, mi amigo de Guananico suele visitarme a Miches tomando la ruta de El Seibo.

Juan ha venido haciendo este viaje, no obstante lo difícil de transitar el tramo de carretera que une a El Seibo con Miches, atraído por los encantos que la naturaleza ha prodigado en aquella zona donde abundan montañas verdísimas, cascadas de aguas silvestres, bosques irrepetibles y al final el mar.

Estos cuarenta kilómetros están en gran deterioro desde que yo tengo «uso de razón» como solía decir mi abuelo.

Al inicio del segundo Gobierno del Presidente Fernández, fue contratado un ingeniero para pavimentar el segmento que une El Seibo con el distrito municipal de Pedro Sánchez. Según noticias, el susodicho ingeniero, al recibir un avance del dinero estipulado, se alzó con el santo y la limosna, sin cumplir el compromiso asumido y dejando en peor estado la parte de la carretera que se le encomendara reparar.  Durante el Gobierno del presidente Mejía, a esta carretera se le dio un «paño con pasta» pero su deterioro reinició en poco tiempo y sigue avanzando a gran velocidad.

Recientemente Juan volvió, en mi compañía, a transitar la carretera que en la juventud veíamos en estado deplorable y sabedor de que nadie clama por la solución de este problema vial, que nadie protesta ni se levanta, al ver que treinta años después de su primer viaje todo sigue de mal en peor, exclamó para mi vergüenza: ¡Carajo pero tendremos que hacer una huelga en Guananico por la Carretera del Seibo!

Ojalá que las autoridades competentes nos libren de la vergüenza de esta huelga ajena. Uno puede tomar prestado un poeta pero el coraje jamás.