Huellas de la Migración:
Maestros y discípulos

Huellas de la Migración: <BR>Maestros y discípulos

Desde el lunes 31 de mayo hasta finalizar el mes de junio, se podrá disfrutar de una de las más completas retrospectivas de los maestros inmigrantes españoles, quienes por primera vez –quizás- se exhiben junto a sus más aventajados discípulos dominicanos.

La exposición colectiva “Huellas por la Mar”  Deslumbramiento/Alumbramiento, presentada en  el Salón La Cúpula del Palacio de Bellas Artes, en conmemoración al 70 aniversario del exilio republicano español en Santo Domingo,  entre 1936-1939 es la prueba  viva de la  fuerza  del arte  frente  a las dictaduras . Ni  Trujillo ni  Franco pudieron anular  la inteligencia  ni el talento  de los artistas e intelectuales de la libertad.

El 70 aniversario de la llegada de estos refugiados lo celebran  el  Archivo General de la Nación, la Comisión Permanente de Efemérides Patrias, y la Galería Nacional de Bellas Artes, quienes desde el año pasado vienen desarrollando un programa conmemorativo que celebra   el gran aporte de los refugiados españoles radicados en el país.

En general, la exposición nos incita al disfrute por las excelentes  obras expuestas, empezando por el  “Desnudo” de José Rovira, óleo sobre tela que pertenece a la colección del Museo de Arte de Moderno y que es la portada de la invitación y el emblema utilizado por los curadores, críticos e historiadores de arte, Myrna Guerrero y Danilo de los Santos, quienes han hecho un trabajo muy profesional, al igual que el arquitecto Fernando Ottenwalder, de amplia experiencia en montajes, y en  la escenografía de muchos importantes eventos curatoriales.

Myrna Guerrero  confiesa que “han puesto especial interés en la búsqueda de obras poco conocidas hasta lograr un conjunto equilibrado donde se presentan obras maestras del arte dominicano procedentes de colecciones nacionales y particulares junto a trabajos iniciales de estos artistas, muchos de los cuales se exhiben públicamente por primera vez.”

En el año 1942 se crea la Escuela Nacional de Bellas Artes, bajo la dirección del maestro español Manolo Pascual, quien llevó a participar a varios de sus compañeros refugiados como maestros, junto a los consagrados artistas dominicanos Celeste Woss y Gil, Darío Suro, Yoryi Morel y Jaime Colson. Posteriormente, se celebra la primera Bienal Nacional de Artes Plásticas, y se conforma un importante movimiento cultural que impulsa la modernidad y el academicismo en la ciudad de Santo Domingo.

Pinturas, esculturas, dibujos y caricaturas realizados entre 1939-1959 conforman el conjunto que se presenta con el propósito de mostrar el deslumbramiento de los artistas refugiados españoles ante la exuberancia tropical del Caribe en gentes y espacios, sus obras tempranas y sus innovaciones de los artistas españoles expuestos como son José Alloza, Antonio Bernard (Toni) Blas, Angel Botello Barros, Joseph y Francisco Gausachs, Eugenio Fernández Granell, Víctor García (Ximpa), Juan Junyer, Manolo Pascual, Antonio Prats Ventós, Rivero Gil, José Rovira, Carlos Solaeche, José Vela Zanetti y Alfonso Vila (Shum), constituyeron fuente de luz y de orientación permanente para los dominicanos.

Asimismo en Huellas por la Mar se manifiesta el alumbramiento que se desprendió del contacto de estos artistas españoles con los jóvenes estudiantes dominicanos de la Escuela Nacional de Bellas Artes como Ada Balcácer, Gaspar Mario Cruz,  Paul Giudicelli, Gilberto Hernández Ortega, Marianela Jiménez, Clara Ledesma, Domingo Liz, Silvano Lora, Luis Martínez Richiez, Eligio Pichardo, Nidia Serra y Antonio Toribio, talentosos estudiantes que trascendieron en el arte dominicano imbuidos de modernidad y de identidad que les fueran transmitidas  esos años por estos artistas españoles que fueron sus maestros, ya que junto a ellos compartieron aulas y aprendizajes. Muchos de dichos profesores de arte, y de otras disciplinas, nunca regresaron a su tierra natal, y formaron familias en el país, dejando los frutos de hijos y nietos que se sienten muy orgullosos por el aporte de sus padres y abuelos.

También, esta exposición no deja de ser un acto de reconocimiento para los reconocidos intelectuales y críticos: Manuel Valldeperes (f) y doña María Ugarte, quienes también, han influido mucho en las artes plásticas del país. Estos consagrados –ante todo- periodistas y escritores, acompañaron acuciosamente y orientaron, semana tras semana, a sus compañeros artistas, refugiados al igual que ellos, a través de sus columnas en la prensa nacional y de sus sabios consejos, en la convivencia y hermandad que supieron mantener hasta el presente o hasta la partida de este mundo.

Hace dos años y medio, el Museo de Arte Moderno nos trajo otro gran aporte cultural del exilio español a este país. Se trato de la muestra “Literaturas del exilio”. Nueva mirada sobre el exilio republicano español de 1939; dicha exposición quedó registrada como uno de los eventos multidisciplinarios de mayor rigor e importancia y por supuesto, de gran trascendencia histórica que se hayan realizado en los últimos años. Esta exposición universal nos dejó con el gusto por continuar escudriñando y conociendo cada vez más todo el aporte de nuestros antecesores.

Como es lógico por razones de espacio no podemos citar y comentar como lectora de artes visuales cada una de las  obras  expuestas, pero en particular quiero comentarles:

Vela Zanetti, como los otros…obligado a salir de su tierra, su paisaje y su cultura desde el 1939 hasta el 1960, se filtra de manera sensible a la realidad dominicana y latinoamericana que le correspondió vivir, y proyecta en su obra los colores y el “savoir-faire” dominicano, convirtiéndose en el pionero del muralismo dominicano, de gran intensidad plástica, con colores propios del Caribe, y hace una escuela, donde nos deja a un Ramírez Conde.

Debemos también reconocer el empuje del mecenazgo, y en el caso de este maestro lo fue el arquitecto José Antonio Caro Álvarez, quien fue el protector y principal coleccionista de sus cuadros en el país.

Antonio Prats Ventós, el querido Tony, dibujante, escultor, pintor y ceramista, quien manejó con maestría ganada en el oficio y en el taller, porque era autodidacta, el dominio de la forma, del color y la materia, como podemos observarlo en sus importantísimas obras y como lo ha escrito doña María Ugarte, consagrada investigadora que siempre dio testimonio de la obra de Prats Ventós, al igual que los más connotados críticos nacionales e internacionales contemporáneos.

Este oficiante espiritual y creativo nos deleita con sus magistrales esculturas, sus Virgen de la Alta Gracia, sus Cristos, y el famoso Bosque, que ganó desde el principio su espacio en una de las salas del Museo de Arte Moderno.

Sus nocturnos flamboyanes y sus mujeres negras con sus turbantes cual reina africana, obviamente como la mayoría de sus compatriotas, obras que muestran el deslumbramiento por el color caribeño, obras insulares, con mucho volumen, movimiento y colorido.

Concluyo, compartiendo con Myrna Guerrero, quien señala: “la imaginación desbordada también encontró un espacio donde los ensueños adquirieron formas lúdicas en figuraciones oníricas, característica que facilitó la comunión de artistas como  Fernández Granell y Gilberto Hernández Ortega con los poetas de La poesía sorprendida”. 

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