Huellas del negocio

Huellas del negocio

La ira opositora encontró en el abogado Francisco Sánchez Báez el acta notarial que instaló el Triunvirato y puso de manifiesto la terrible huella en seis ciudadanos que su rúbrica delataba la frustración generada por el primer ensayo democrático, con posterioridad al ajusticiamiento del tirano. En el momento en que Mario Read, Horacio Julio Ornes, Ramón Castillo, Viriato Fiallo, Juan Isidro Jiménez y Miguel Ramírez Alcántara destruían la ilusión libertaria emergente, expresaban una de las fatalidades de su generación: el odio doblegaba la razón.

En el país, una parte importante de los actores políticos terminan sus días amargados frente a la inviabilidad de sus proyectos. De paso, obstruyen los relevos y llenan de descrédito la actividad partidaria porque sus vacíos existenciales se traducen en posturas públicas animadas por el dolor producido alrededor de frustraciones personales. Las huellas provocadas por el rencor de las confrontaciones se transforma en dolor interno y el rasgo clásico del impedido en cristalizar sus aspiraciones consiste en llenarse de amargura. Los hombres y mujeres que abonaron el terreno de la democracia desde el 30 de mayo de 1961 han tenido entre sus virtudes y defectos asumir la lucha política con todos los riesgos, haciendo de sus derrotas y triunfos un constante péndulo donde nunca el rastro distintivo de sus conductas anduvo cerca del dinero y beneficios económicos. Y eso cambió, lamentablemente.

Ahora la ventaja sustituyó el sacrificio, el idealismo cayó ante el pragmatismo indecente y el discurso ético provoca temor en el amplio espectro de las complicidades. Lo nuevo es rentabilizar la acción política. En el interregno, se tornan vulgares debido a los rastros que evidencian los negocios estructurados en sociedad con los partidos. Las senadurías se pueden comprar, diputaciones alcanzables por vía de recursos abundantes, alcaldías hipotecadas a capitales extraños y proyectos presidenciales realizables en la medida que sobren los recursos.

Cuando un negocio político revestido de acuerdo tiene el descaro de presentarse en público se presume que el resto de la sociedad está compuesta por tontos o el nivel de tolerancia frente al descaro es tal que no habrá ninguna reacción que indigne. Y no es así. Por eso, desde el momento que la principal autoridad del PRD establece como oferta para un Gobierno de Unidad Nacional, los proyectos de Palmillas, Bahía de las Águilas, ferrocarril Haina-Puerto Plata y viviendas populares está demostrando que sus intereses financieros se cobijan en la sombrilla de una organización partidaria.

Todo el que conoce los detalles del caso de Bahía de las Águilas sabe la confabulación corrupta de un ex director de IAD y exponentes de la clase política que poseen títulos falsos de esos terrenos. Lo de Palmillas, en Romana, es un descaro que viola las leyes 2000-04 y 266 donde se redujo el Parque Nacional del Este y un convicto de origen español pretende con una inversión de 1.7 millones de dólares apoderarse de tierras valoradas sobre 500 millones de euros. El primer promotor del proyecto para construir un ferrocarril Haina-Puerto Plata se le condenó en Puerto Rico y no valió la protección de un ex embajador de origen boricua para cristalizar esa estafa vulgar. Cómo se interpreta el rol de un político que su oficio privado es el desarrollo de proyectos y anda proponiéndole al gobierno construir viviendas en todo el país.

 

Antes era la ira y enemistad. Ahora, las huellas de la política pervertida es identificable por los negocios y su promotor.

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