Por Nadia Calviño
Un buen uso de la tecnología beneficia el crecimiento económico y la mejora de la sociedad, como esgrimen en ‘La buena tecnología’ (Gestión 2000) el tecnólogo Iñaki Ortega y el economista José María de la Torre.
La vicepresidenta primera del Gobierno español y ministra de Asuntos Económicos y Transformación Digital, Nadia Calviño, explica en el prólogo de este libro cómo España se está preparando para aprovechar esas ventajas.
Desde marzo de 2020, la pandemia de la covid ha acelerado de forma exponencial la digitalización. Durante esos meses, la tecnología nos permitió trabajar, estudiar, divertirnos y comunicarnos en unas circunstancias extraordinarias que muy pocos podrían haber previsto. A pesar de las dificultades, hemos conseguido adaptarnos con rapidez a esta nueva realidad que genera extraordinarias oportunidades, pero también preguntas e inquietudes que hemos de abordar desde una perspectiva humanista.
En los años cuarenta del siglo pasado Isaac Asimov enunció las tres famosas leyes de la robótica, que ponían la innovación y la tecnología al servicio del ser humano al tiempo que protegían su dignidad y sus valores por encima del poder de las máquinas. Hoy, nuestra realidad todavía está lejos de las visiones distópicas que vemos en numerosas películas, series y novelas, pero algunas de las disyuntivas planteadas en la ficción están de plena actualidad.
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La pandemia ha convertido en un presente tangible lo que entonces parecía un futuro irreal y lejano. No importa si se trata de robots humanoides, de neurotecnologías, del poder manipulador de las redes sociales o del impacto de los algoritmos de selección de personal o de apoyo a la justicia. La cuestión de fondo es que la tecnología tiene un gran impacto en nuestras vidas y hemos de asegurarnos de que es un motor de progreso humano. Para ello, es imprescindible preservar los valores que nos representan como sociedad, los derechos que se han ido desarrollando en el mundo analógico y prevenir la creación de nuevas brechas o la consolidación de viejas desigualdades.
Los tiempos cambian y las personas cambiamos con ellos, pero lo que ha prevalecido a lo largo de la historia es el deseo humanista de preservar los valores que nos representan como sociedad y con los que queremos que nos recuerden las generaciones futuras. Ese es el objetivo de la Carta de Derechos Digitales que el Gobierno presentó el pasado julio de 2021 con el fin de disponer de una hoja de ruta para el futuro en un momento clave en que un nuevo ciclo económico y se inicia una nueva era tecnológica.
Los próximos años serán fundamentales para encauzar estos procesos, impulsando la digitalización como un vector clave de oportunidades, crecimiento y productividad, pero sin perder de vista la necesidad de asegurar que este proceso pone a las personas en el centro, contribuyendo a un crecimiento económico más justo y sostenible, a generar empleos de calidad que mejoren la vida de las personas y a reforzar el tejido social para tener una economía más fuerte, más sostenible, más resiliente y más justa. (Fuente: Revista digital Ethic)