Humboldt en la espeleología

Humboldt en la espeleología

POR DOMINGO ABRÉU COLLADO
Para la época en que se desarrollaba la vida de Alejandro Humboldt, las cuevas y cavernas del planeta seguían siendo consideradas como sitios prohibidos, todavía no superada su prohibición ni con la aparición del Quijote (en 1605) y su aventura en la Sima de Cabras y su encuentro con espíritus y muertos vivientes, quizás sí reconfirmados sus misterios.

Es probable que influenciado en su educación por el naturalista y antropólogo Johann Blumenbach -autor de «De Generis Humanis Varietate Nativa», en 1775- haya sido inducido no a la búsqueda de cuevas, pero sí a la apreciación de sus interrogantes en relación con el uso dado a éstas por los humanos.

Y es así como tenemos entonces a Alexander Von Humboldt con un cargamento de huesos humanos procedentes de la caverna de Ataruipe, Venezuela, en mayo de 1800, donde encontraron esqueletos humanos bien conservados pertenecientes a antepasados de la tribu Ature, osamentas de aproximadamente unos cien años, y que Humboldt decidió llevarse para sus estudios relacionados con la antropología.

Así, recogió cráneos y esqueletos de adultos y niños para indagar arqueológicamente sobre esta tribu y otros grupos de América desde el punto de vista evolutivo.

Estos esqueletos se encontraban en urnas de arcilla con decoraciones zoomorfas que interesan sobremanera a Humboldt. Las decoraciones mantenían relación en sus motivos con cerámica de otros grupos americanos, como los Maipures.

Al igual que otros exploradores y aventureros de antes y después de Humboldt, éste se encuentra en problemas con miembros de la tribu Ature, quienes reclaman las osamentas de sus antepasados, reconocidas no obstante la declaración de Humboldt de que se trataba de «huesos de cocodrilos y manatíes».

Según la versión tomada de los escritos del explorador, «los indígenas saben, porque así se lo dice el misterio al misterio, que las canastas contienen a sus viejos antepasados». Es decir, los misterios de las cuevas reafirman su perennidad.

La parte antropológica, arqueológica y etnológica mantuvo encendido el interés de Humboldt, así, se encuentra con importantes representaciones culturales en granito, conocidas como «piedras pintadas», localizadas en la región orinoquense, representando cuerpos celestes, tigres, cocodrilos, boas y otros animales considerados como sagrados por los aborígenes de la zona.

La Espeleología, como ciencia, no existía. Treinta años después de la muerte de Humboldt -acaecida en 1859- se reconoce la actividad de investigación en las cavernas como una ciencia, siendo Alfred Martel, un abogado al que no le gustaba en lo más mínimo su profesión, el padre de la actividad que iría poco a poco develando los misterios que las habitan. Para ello compró los terrenos donde se encuentra el «Gouffre Padirac», un resurgente de un macizo calizo, y lo transformó en una cueva para visitación y punto de partida del nacimiento de la espeleología científica.

Sin embargo, Alejandro Humboldt es considerado como el precursor de la Espeleología científica para América Latina. Su encuentro con esta ciencia está escrito así según uno de sus biógrafos:

«La primera etapa del viaje tenía como destino la Isla de Cuba, pero una epidemia a bordo obliga al Capitán de la nave a dirigirse a Cumaná, puerto más cercano en la Tierra Firme, adonde llegan el 16 de julio de 1799.

«Fascinados por las bellezas de las costas de Venezuela, deciden adentrarse en el país y casi dos meses después de permanecer en Cumaná y sus alrededores, el 4 de septiembre de 1799, se internan en el Valle de Cumanacoa y llegan a la antigua misión de San Fernando. Pernoctan allí y atraviesan luego las faldas del Turumiquire, hasta llegar al Valle de Caripe.

«Tuvieron que luchar contra una naturaleza hostil e hicieron el viaje por el Macizo Oriental en mulas o a pie en condiciones laboriosas, si se toma en cuenta que tenían que colectar y estudiar plantas, animales, rocas y otras muestras, además de transportar pesados y delicados instrumentos de medición.

«En Caripe (Estado Monagas), se hospedan en un convento de frailes aragoneses durante una semana y el 28 de septiembre de 1799, exploran la famosa Cueva del Guácharo en 472 metros de profundidad, convirtiéndose así Humboldt en el precursor de la Espeleología científica de América Latina. También para la Ornitología, Humboldt aporta allí una valiosa contribución, al descubrir un nuevo género y especie de ave: Steatornis caripensis, popularmente llamada «Guácharo».

Ni Humboldt ni Bompland, exploraron en su totalidad las cuevas que visitaron, limitándose al reporte de lo que para ellos resultaba novedoso. Es decir, la existencia de las grandes formaciones espeleotemáticas, de las nuevas aves desconocidas hasta ese momento para la ciencia, y de enterramientos en cavernas de los grupos aborígenes con los que hicieron contacto.

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