Hurgando en mis raíces: Aprendiendo sobre el budismo zen

Hurgando en mis raíces: Aprendiendo sobre el budismo zen

Sigo en este Encuentro devorando la tesis doctoral de Cristina Bertrand presentada a la Complutense de Madrid en 1987, titulada “El pensamiento chino. Confucio. Lao Tsé. Budismo Zen.” [i], quien, como ya he dicho, con este ensayo, bien escrito y bien documentado obtuvo su doctorado en filosofía.

La segunda parte trabajó ampliamente sobre Lao Tsé, pero visto que escribí sobre estos temas, no trabajaré con ese enjundioso estudio. La tercera parte aborda la filosofía del budismo zen. Un tema total y absolutamente desconocido para mí. He leído bastante sobre el taoísmo, un poco menos sobre confucianismo, pero no había incursionado en la filosofía budista ni en el budismo zen. Al leer el trabajo de la doctora Cristina Bertrand concluyo, como lo hizo ella, que las tres filosofías tienen muchos puntos comunes.

El budismo zen se desarrolló en la India, China y Japón, pero, como dice Bertrand, tiene un sabor esencial y netamente chino. Su orígenes son taoístas y budistas, pero más que filosofía, el zen aboga por el buen vivir, por la sabiduría universal, que no es en modo alguno racionalista ni fragmentaria y mucho menos lógica.

¿Qué es el zen? se preguntarán muchos, como lo hice yo. Bertrand toma una definición del filósofo japonés Suzuki (sí, como la marca del carro, no es un error) quien decía que el zen es el “arte de ver dentro de la naturaleza del propio ser, y señala el camino de la esclavitud hacia la libertad” (p.48). La libertad, según esta filosofía, consiste en el desbloqueo de todas las energías que se encuentran aprisionadas por moldes rígidos de pensamiento y de razón. Afirman que la enfermedad o la locura no es más que las energías aprisionadas que encuentran escape de forma incorrecta. Por el contrario, dicen, si la liberación de esa rigidez esclavizada se hace a través del corazón y sigue sus impulsos, lograremos alcanzar un beneficio ilimitado, que tendrá como consecuencia la liberación del dolor mismo, tanto físico como espiritual.

Aseguran que la vida está llena de conflictos y aflicciones, que surgen cuando el ego predomina. En cambio, si lo dejamos ir, viviremos libres y podremos respirar en paz y vivir en armonía. Los que defienden estas ideas señalan que en la arquitectura del cerebro se hace necesario derrumbar paredes y muros innecesarios para que la luz interior que tenemos en nuestros corazones pueda penetrar. No se requieren los complejos estudios para la felicidad. Todo, absolutamente todo, dicen, y ahí coinciden con las demás corrientes filosóficas chinas, está en la vida misma, no en los libros. El intelecto irrumpe en nuestra paz con preguntas múltiples, que no encuentran respuestas y solo consiguen traernos intranquilidad. Las cosas sencillas nos dan la pista para la felicidad, como lo explica esta historia:

“La respuesta del sabio a su discípulo cuando éste le preguntó si él se ejercitaba en la verdad. Su respuesta fue: Ciertamente lo hago pues si tengo hambre, como; si me hallo cansado, descanso o me acuesto un rato. A la objeción del discípulo de que eso lo hacía todo el mundo, contestó negativamente por los demás, cuando comen, no comen, sino que andan dando vueltas a los más diversos asuntos, dejándose molestar por ellos; si duermen, en realidad no es dormir lo que hacen sino soñar en un sinfín de cosas. Ahí pues, ellos no son como yo. Por tanto, basta con vivir la vida como se la vive, sin alterar el flujo y sin interferirla y entonces cuando tengamos hambre comeremos y cuando estemos descansados descansaremos.” (p.49)

En tal sentido, dice Bertrand, el budismo zen, no entra, no puede entrar, en ninguna de las categorías del pensamiento occidental, pues este pensamiento “no es religión, ni filosofía, psicología o ciencia, por tanto, para tratar de entenderlo, debemos abandonar las muletas del razonamiento concreto y dejarnos arrastrar por su corriente. Este “dejarse arrastrar” es aterrador para el… occidental, que lo identifica necesariamente como la pérdida de voluntad o de razón con el instinto ciego, por lo que la mayoría de las veces ahoga su propia vida… es imprescindible abandonar las barreras psicológicas para poder penetrar en él…” .(p.49)

Dice Bertrand que el budismo zen en Occidente ha sido desvirtuado. Asegura que para la mentalidad occidental el taoísmo y el confucianismo resultan más digeribles que esta filosofía que se coloca en el extremo opuesto del racionalismo occidental. Para una persona que ha vivido en la lógica de la prisa y el éxito del tener, resulta absurdo y risible que la buena comida y el descanso sean principios esenciales de la sabiduría zen, porque “estando tan ocupado… en sus disquisiciones interminables a favor o en contra de la vida… se han olvidado de vivir”. (p.50)

 

El budismo zen adopta la doctrina del despertar del Buda a sus discípulos que están recogidas en Las Cuatro Nobles Verdades. La primera verdad se refiere al sufrimiento, sostienen que a veces vemos y sentimos la vida como sufrimiento porque vivimos con la tensión de intentar lo imposible y nos frustramos. La segunda aborda la causa de la frustración. Nos frustramos porque intentamos tener el control de todo, impidiendo que podamos disfrutar la libertad. La tercera trata sobre cómo poner fin a la frustración, que denominan “nirvana”, que significa el abandono, el despertar y el fin del esfuerzo de aferrarse a la vida, este concepto se parece mucho al tao. La Cuarta Noble Verdad habla del “sendero del Buda”, o lo que es lo mismo el método para poner fin a la frustración.

Finalmente, porque se nos agota el espacio, Bertrand sostiene que el zen no constituye una religión, ya que no tiene ningún dios ni ritos obligatorios, y mucho menos expectativas de futuro en otra vida. Tampoco posee dogma. Por eso algunos comparan al zen como una nube en el cielo que se mueve con libertad, por encima de las voluntades y de los pensamientos. Hasta aquí llegó mi itinerario en la búsqueda de mis raíces. Quizás retome el tema en otro momento. Por ahora terminamos. ¿Les gustó? ¿Les aburrió? ¿Les abrumó? Espero que no. Aprendí mucho y sobre todo me hizo sentir orgullosa de mis ancestros. Hasta la próxima.

Quietamente sentado, sin hacer nada,

llega la primavera y crece la hierba, poema zen

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