Hurgando en mis raíces: La poesía de China y Japón

Hurgando en mis raíces: La poesía de China y Japón

He dicho en múltiples oportunidades que soy una amante apasionada de la poesía, y que soy poetisa incipiente y amateur. Uno de estos días, leyendo, repasando más bien, las poesías de mi amado Neruda, me puse a pensar. Me dije: Mu-Kien, ¿cómo es posible que tú, que te precias de ser una mujer orgullosa de tus raíces orientales, desconozcas tanto la poesía de tus ancestros? Revisé. Mi conciencia tenía razón. Había escrito uno que otro artículo que era encabezado con un poema oriental, pero nunca me había puesto a leer y a comprender la lógica poética de las poesías orientales.

Hurgué y hurgué. Me impresionó encontrar cuantos especialistas occidentales se habían interesado en estudiar la poesía oriental. En 1994 la Editorial Andrómeda de Argentina publicó la obra Poesía Amorosa de la Antigua China, cuya selección estuvo a cargo de Ruth Berg. El prólogo de la obra estuvo a cargo de Daniel Fara, que está encabezado por un hermoso fragmento de un poema de Hsu Ling:

Pues, la poesía puede

Ser un sustituto de la flor del olvido

y curar la enfermedad del tedio.

 

Asegura Fara que existen dos antologías de poemas amorosos. La primera se remonta a los siglos IX, VIII y VII a.J, y que se llamó el Libro de los cantos. Los estudiosos, sigue diciendo Fara, aseguran que estas poesías fueron recopiladas por Confucio. La conclusión trajo sorpresas porque nadie podía creer que el gran sabio podía prestar atención a algo tan “frívolo y superficial como las emociones amorosas”, pero luego concluyeron que esos textos tenían enseñanzas morales y políticas.

La segunda antología, dice Fara, Nuevos cantos desde una terraza de jade, fue compilada en el siglo VI d.J. por Hsu Ling, uno de los grandes poetas de las cortes chinas. Abarca poemas de diferentes siglos después de la llegada de Cristo, pero prestó más atención a la producción del siglo V y principios del VI. Este último siglo fue, sin dudas, en el que mayor florecimiento tuvo la poesía bajo el patrocinio de las dinastías del Sur, la “poesía de palacio”. Los temas abordados abarcaban abiertamente todos los matices del amor: el cortejo amoroso, el matrimonio, el divorcio, el desencanto y, sobre todo, el entusiasmo por el nuevo. Afirma Fara que en su prefacio, Hsu Ling imagina cómo las lectoras disfrutarían intensamente de la selección de poemas “en la cálida y lujosa intimidad de sus alcobas o tocadores palaciegos”:

La dama de palacio no se deleita en el ocio: dedica su tiempo a los últimos versos

¿Cuál era el contenido de esas poesías? Un somero análisis nos muestra cómo las poesías de amor de estas épocas evidenciaban que el sujeto del poema debía ser la mujer enamorada, no un hombre. Fara señala que cuando alguien osaba escribir al amor de un hombre, en general se le describía como un objeto amoroso casi igual a la imagen convencional de una mujer, o en su defecto, como un hombre que lamentaba la muerte de su esposa o de su amante. El sentimiento femenino era tan poderoso, que cuando el poeta, normalmente un varón, se apropiaba en su yo poético de la identidad de una mujer enamorada, para poder expresar con el lirismo requerido las profundas emociones femeninas. Un ejemplo de personificación del ser femenino es la poesía “El lecho”, poema de Liu Yun, en el que hablaba de un colchón color azul, que observaba a la dama con ojos eróticos:

Soy en la corriente una isla cercada de luz

y la brisa ondula las aguas verdes.

Aunque no tan suave como el lecho del

[capullo del gusano de seda

soy feliz con el azul de mi vestido.

hay motas de polvo en las mangas de seda

[de mi dama,

ricas fiaras sobre su lecho de marfil.

Ama, cuando bebas hasta muy tarde,

trae a tu amante a festejar aquí.

http://www.poeticas.com.ar/Antologias/Poesia_amorosa_antigua_china

Mi curiosidad me llevó a la poesía japonesa. Me pregunté si tendrían las mismas estructuras, las mismas temáticas. Rodrigo Escobar Holguín, estudioso de la poesía oriental, escribió un interesante ensayo sobre la poetisa Ono no Komachi, al que tituló:

“Una poeta de los comienzos literarios del Japón”. Fue publicado por la revista literaria Clave, correspondiente a agosto 2004, No. 2-3.

Asegura Escobar Holguín que la poesía japonesa del siglo VI estaba caracterizada por la vitalidad, la disciplina y un profundo sentido estético, especialmente durante la época de la emperatriz Suiko y el príncipe Shotoku, quienes tenían la misión y convicción de rescatar la herencia nipona, pero también los influjos del continente cercano. Afirma el autor del ensayo que en el siglo VIII apareció la primera obra literaria conocida hasta el momento, el “Manyoshu”, que era una antología de unos cuatro mil poemas. Antes de la aparición de la antología se conocían algunos poemas aparecidos en “Kojiki”, que fue el primer libro conservado en la historia del Japón, y que narra en prosa el origen divino del archipiélago y de la familia imperial.

Posteriormente, a inicios del siglo X, y por disposición del Emperador, se compiló una antología de poemas que fue denominada “Kokinshu” cuyos temas principales eran las estaciones del año y el amor. En esa antología apareció por primera vez el nombre de Ono no Komachi. “Sus poemas de amor convierten la parca jaula de sílabas de la tanka en un amplio espacio de emoción y de fuerza. Fue quizá considerando este tipo de expresiones tan vigorosas como los poetas posteriores llegaron a imaginar que se requería una clase de poema todavía más breve.” (Holguín)

A continuación exponemos algunos fragmentos de los poemas de esa gran poetisa japonesa, cuyos poemas se destacan por el poder y la fuerza de sus versos.

En tormentoso ensueño de amor le vi a mi lado.

De haber sabido que era sólo un sueño, yo nunca

me hubiera despertado. Desde aquel breve sueño cuando vi a quien amo,

efímeras y vagas visiones en la noche son lo que me sostiene. Cuando crece mi anhelo en las más negras horas de la noche, en ropaje vuelto hacia afuera duermo, porque le espero.

La noche otoñal, larga no fue, sino de nombre. Nos unimos; pero antes de hablar de amor, el alba sonrojada nos corta. Despierta, es comprensible.

Pero aún en el mundo de los sueños, qué pena sentir que le rehuyo sus miradas vivaces. Cada voz de alegría y de dolor, turbando mi pecho, con más fuerza me ata, triste, a una vida que dejar ya esperaba.( http://www.revistadepoesiaclave.com/)

Y al leer los poemas chinos y japoneses de hace muchos siglos puedo concluir que sí se parecían, que tenían estructuras similares y abordaban temas también similares, como el amor. Pero concluyo, el amor ha inspirado los corazones sensibles de todos los tiempos.

 

 

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