Hurras, lamentos y el estado del desliz político en EEUU

Hurras, lamentos y el estado del desliz político en EEUU

MANCHESTER, Nueva Hampshire – Llamelo cómo quiera: El aullido de Howard. El Hurrah. El discurso de «Tengo un Grito». El grito de batalla de Howard Dean en Iowa -inmisericordemente repetido y remezclado- rápidamente tomó su lugar la semana pasada en los anales de los momentos que definen una campaña, junto a las lágrimas de Edmund Muskie, el «Ya no tendrán a un Nixon al cual patear» de Richard M. Nixon y la insistencia de Michael Dukakis de que él no favorecería la pena de muerte, incluso si su esposa fuera violada o asesinada.

La emoción juega un papel fastidioso en la política. Puede costar a los candidatos sus elecciones; muchos dicen que Muskie perdió la candidatura demócrata de 1972 cuando se agitó, al parecer llorar mientras defendía a su esposa contra ataques editoriales por parte de The Manchester Union Leader. Pero no es necesariamente un impedimento para la victoria.

Bill Clinton llegó a la Casa Blanca sintiendo el dolor de otras personas. El Presidente George W. Bush a menudo llora en público. El temperamento de Lyndon B. Johnson era legendario; ascendió en la escalera política y empujando y desplazando a otras personas. Y la infame declaración de Nixon de «patear», que muchos pensaron pondría fin a su carrera política, no impidió que posteriormente ganara la presidencia.

«Se puede tener un grado de patología», dijo Robert Dallek, historiador presidencial, «pero estas personas son brillantes al utilizarlo en forma constructiva». Los candidatos aprenden rápidamente que la emoción puede tener dos lados, y en la campaña, a menudo se confunden las señales. Los votantes, y los manejadores políticos, esperan que sean confiables y sólidos, por encima de exhibiciones poco dignas. Sin embargo, también se les dice que sean reales y auténticos, que permitan que la gente vea lo que realmente son. Pero cuando lo hacen en ocasiones se meten en problemas; especialmente si sus emociones refuerzan una percepción negativa existente.

Ese fue el caso del senador Bob Dole, cuya agria respuesta durante un debate televisivo en 1988 pareció fomentar una reputación de mezquindad. Asimismo, el discurso de Dean en Iowa -el cual él considera como evidencia de su pasión- alimenta las sospechas de que es demasiado enojón.

«Toda campaña tiene un par de este tipo de momentos», dijo Bill Carrick, consultor de medios de Richard A. Gephardt, quien lloró mientras se retiraba de la contienda la semana pasada. «Ya sea Bob Dole regañando a Tom Brokaw, o el episodio de Muskie y Union Leader, estos son momenros idelebles en las campañas. También son los peores cuando se combinan con la percepción existente de los problemas de personalidad de alguien».

De manera que los candidatos tratan de controlarse, como si el autocontrol determinara el resultado de una campaña. En el debate del jueves, la cortesía y el decoro estuvieron a la orden del día. Pero el viernes en Nueva Hampshire realmente pareció que el péndulo oscilaba en la otra dirección mientras expertos y algunos votantes se quejaban de que el senador John Kerry de Massachusetts, quien encabezaba las encuestas de Nueva Hampshire la semana pasada, parecía tieso y había perdido el ardor que lo impulsó a la cabeza de los aspirantes.

En el ciclo de 24 horas de la política moderna, donde las cámaras siempre están encendidas, las exhibiciones emocionales pueden cobrar vida propia, llevando a los candidatos a quejarse de que sus momentos difíciles son sacados de proporción. La imagen de Dean agitando los puños fue transmitida tan frecuentemente por los canales noticiosos de cable que se convirtió casi en papel tapiz. Pero también animó a los simpatizantes del ex gobernador de Vermont, quienes consideraron la ubicuidad de la imagen como injusta.

«Todos los reporteros que vienen aquí quieren saber sobre la expresión de entusiasmo», dijo Stella Miller, simpatizante de 54 años de edad que asistió a una reunión en el ayuntamiento con Dean el viernes.

La reacción contraria es reminiscente del incidente de las lágrimas de Muskie, como recordó George McGovern, quien se postuló contra Muskie en las primarias presidenciales demócratas de 1972. Dijo que sus sondeos mostraron que el episodio creó simpatía para su oponente.

Algunos dicen que la exhibición constante de la experiencia de los candidatos es en beneficio de los votantes. Las campañas son como crisoles, ponen a prueba a los candidatos. Cuán bien un candidato conserva el control de sus emociones pudiera predecir cuánto sentido común mostrará al usar la que es la mayor herramienta de un presidente: el acceso a las palancas de la comunicación masiva.

«Queremos ser emotivos, pero no queremos cruzar la línea», dijo Elizabeth Ossoff, experto en sicología política en St. Anselm College en Manchester, donde se celebró el debate del jueves en la noche.

Los políticos más exitosos no tratan de ocultar sus rasgos poco halagadores, sino que más bien encuentran una forma de usarlos en su provecho, dijo Dallek, quien recientemente escribió una biografía de John F. Kennedy. Kennedy, dijo, utilizó su narcisismo «siendo muy encantador, muy perspicaz, muy involucrado con la prensa».

En ocasiones, un gesto o una simple expresión facial puede perjudicar a un candidato. En la campaña de 1992, el primer Presidente Bush, en una imagen famosa, vio su reloj durante un debate municipal con Bill Clinton y Ross Perot, dando la impresión de que estaba aburrido y perdiendo su tiempo. Durante la campaña del 2000 para la presidencia, Al Gore miró con aires de superioridad varias veces al gobernador George W. Bush durante un debate, una expresión que algunos dicen selló su reputación de ser condescendiente.

El programa televisivo «Satuday Night Live» posteriormente parodió a Gore, una burla tan mortal que sus asesores insistieron en que él la viera mientras se preparaba para un segundo debate.

Gore, sin embargo, no fue el único candidato ese año cuyo gesto preocupó a sus asesores; los consultores de Bush trataron en vano de hacerlo controlar su sonrisa presuntuosa. Sin embargo, la sonrisa se le salía de vez en cuando, como hizo la semana pasada durante el discurso sobre el Estado de la Unión cuando los demócratas aplaudieron a la advertencia de Bush de que la Ley Patriota, una ley antiterrorista, pronto expiraría.

«Bush es vulnerable cuando la sonrisa cruza su fea cara», dijo un estratega republicano, quien habló a condición del anonimato. «Es un gesto no sólo engreído, sino arrogante, y a nadie le gusta un político arrogante».

En ocasiones, la negativa a mostrar emoción puede ser sólo tan malo para un candidato como la emoción misma, como fue el caso en 1988, cuando se le preguntó a Dukakis si favorecía la pena de muerte, si su esposa fuera violada y asesinada. Su respuesta -»Hay formas mejores y más efectivas de hacer frente a los crímenes violentos»- fue ampliamente ridiculizada por quienes pensaron que debería haber sido más apasionado en defender a su esposa.

El gran interrogante en Nueva Hampshire ahora es si la trifecta de Dean en las apariciones de la noche del jueves -el debate, una entrevista con Diane Sawyer de ABC News y la aparición modesta en el programa de David Letterman- puede deshacer el daño de su pérdida en Iowa y su desastrozo discurso de concesión.

Ossoff de St. Anselm College no está tan seguro. «Corre el riesgo de mostrar a la gente que hace girar la rueda y apuesta al 12, o apuesta al 1. Anoche, fue al 1», dijo después del debate.

Finalmente, los votantes decidirán; y no está claro cuánto les importe. El viernes, Dean se reunió con decenas de ellos en un salón de banquetes en Nashua, Nueva Hampshire. El discurso de Iowa surgió solo una vez, cuando una mujer dijo a Dean que estaba indignada por la «implacable repetición y distorsión» que hicieron los medios del mismo.

Pero el problema para Dean, dicen algunos, no es tanto que muestre emoción, sino que fue la emoción equivocada para que mostrara un hombre que perdió cuando se suponía ganaría. Dallek, el historiador, cree que el discurso «será recordado como su Waterloo».

Joe Trippi, director de campaña de Dean, piensa de otro modo. Después del debate del jueves, rápidamente hizo una lista de los logros de su candidato como gobernador de Vermont, y añadió: «No creo que Nueva Hampshire vaya a permitir que 15 segundos de videocinta borren eso».

Publicaciones Relacionadas

Más leídas