Las numerosas teorías y opiniones sobre el Covid19 generan desesperación, miedo y errores en el manejo de la tragedia colectiva, pero la práctica confirma o anula la teoría, obligándome el epígrafe a recordar las definiciones de tres conceptos para apoyar mis conclusiones; a) Homicidio involuntario: La muerte de otro por una acción negligente o imprudente; b) Genocidio: Aniquilación, exterminio o matanza de un grupo social por motivos raciales, políticos o religiosos y c) Iatrogenia: Cuando el médico, a través de un tratamiento, empeora o complica la enfermedad de un paciente.
He rechazado frente a familiares y amigos la posibilidad de que algún conglomerado o gobernantes de cualquier país (en especial los chinos) hayan podido programar un genocidio “pandémico”, particularmente, porque resulta imposible conseguir la complicidad de 11 millones de seres humanos (población de Wuhan en China, donde se inició la enfermedad) para aniquilar a unos 750 millones de personas mayores de 65 años (población senil-viejitos-del mundo) incluidos familiares y amigos. Por eso, la teoría de un virus mutante mal controlado en un laboratorio, es la que luce más verosímil y si hubo negligencia, debería llamarse genocidio involuntario, con una consecutiva iatrogenia mundial por el manejo incorecto de cientos de miles de ciudadanos con tratamientos improvisados, maleados por el pánico de los médicos al desconocer a un llamado “enemigo invisible” y, no es sensacionalismo, la triste realidad es que las iatrogenias han sido numerosas y lamentablemente seguirán hasta que cada paciente grave con el Covid19 tenga un tratamiento específico. Mientras tanto la alternativa es disponer de la mayor cantidad de “equipos multidisciplinarios” de especialistas, tal vez más útiles que los costosos ventiladores.