Iba ser un califato

Iba ser un califato

El año pasado, un informe del espionaje de la Armada filtrado admitió que la guerra en Anbar estaba efectivamente perdida, y que estaba en camino de convertirse en la sede de los planes de los militantes islámicos para establecer un nuevo califato en Irak.   La clave para dar la voltereta a eso fue el cambio en la lealtad de los jeques tribales. Pero los jeques cambiaron sólo después de una prolongada ofensiva por parte de fuerzas estadounidenses e iraquíes, que empezó en noviembre, que puso en fuga a los grupos de Al Qaeda, en Ramadi y otras partes en el occidente de Anbar.  

 No por primera vez, los estadounidenses aprendieron una lección básica de la guerra aquí: que los iraquíes, apaleados durante 24 años por el terror de Saddam, son cautelosos de levantarse contra cualquier fuerza, aunque sea brutal, hasta que está en retirada.

En Anbar, extremistas sunitas fueron la fuerza dominante, con un apoyo popular casi total, hasta que la ofensiva quebró su poder.

La represión en Ramadi se intensificó a principios de este año con la llegada del Primer Equipo de Combate de Brigada de la Tercera División de Infantería, bajo el mando del coronel John W. Charlton, un nativo de 47 años de Spokane, Washington, quien como muchos soldados estadounidenses en Irak está en su tercera misión en Irak en cuatro años.   Las tropas de Charlton, respaldadas por unidades de la Infantería de Marina, han hecho equipo con el Ejército iraquí para limpiar de extremistas a un distrito de Ramadi tras otro. En febrero, los extremistas realizaban en promedio entre 30 y 35 ataques diarios. Para fines de junio, el promedio bajó a uno al día, y los estadounidenses habían contado casi 50 días sin ataque alguno.  

 En todo Anbar, según cifras recopiladas por el comando estadounidense, los ataques insurgentes cayeron de 1,300 en octubre pasado a 225 en junio. El comando dice que la ofensiva de Ramadi puso a más de 800 extremistas fuera de acción; más de 200 muertos o heridos, y casi 600 capturados. Las pérdidas estadounidenses en Ramadi en el mismo periodo, fueron 19 soldados e infantes de marina muertos, aunque las bajas de la fuerza de seguridad iraquí fueron más altas. Tras su ofensiva, las unidades estadounidenses e iraquíes salieron de grandes bases en las afueras de Ramadi para establecer más de 100 puestos más pequeños en toda la ciudad, la mayoría de ellos en anteriores zonas prohibidas.

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