Idea sensata sobre clima y moda

Idea sensata sobre clima y moda

LEILA ROLDÁN
El primer ministro de Japón, Junichiro Koizumi, ha pedido a los japoneses que cambien sus corbatas, sus trajes y sus camisas habituales por ropa más fresca, más adecuada al calor estival, para no tener que usar tanto el aire acondicionado en las oficinas y así ahorrar energía en sintonía con el Protocolo de Kyoto.  Pero no sólo para ahorrar energía.  El ministro japonés comprende el desplome del rendimiento de los individuos cuando laboran vestidos de traje en ambientes de elevada temperatura y cree que si 128 millones de japoneses siguen su propuesta se evitaría la caída de la productividad durante el verano.

Según la Ohio State University, a medida que el calor arrecia, la temperatura del cuerpo y los latidos del corazón aumentan sin causar dolor.  Una elevación de la temperatura normal del cuerpo en dos grados Fahrenheit puede afectar el funcionamiento de la cabeza (en las tareas de tipo técnico-informativo o informativo-mental, las altas temperaturas llevan a una disminución de la capacidad de concentración y reacción, aumentando la cantidad de errores cometidos); una mayor elevación puede ser la causa de ataques al corazón, caídas, accidentes con equipos o estrés por calor.  Esto último provoca en las personas afectadas un trabajo más lento y de menor eficiencia.  En consecuencia, prevenir el calor excesivo es imperativo para proteger la salud, mejorar la seguridad y aumentar la productividad.

Sin embargo, en muchos países los factores salud, seguridad, productividad y comodidad son sepultados por otros más ligados al consumismo inducido, la moda y la estética visual.  A manera de ejemplo, en España acaba de publicarse, bajo el título “los carniceros vestirán de Miró”, que el diseñador Antonio Miró pretende renovar la imagen de los carniceros catalanes con un uniforme negro, de algodón y poliéster, “moderno y elegante”, que se implantará a finales de año.  Y yo me pregunto cuáles serán los beneficios reales de proveer de estilo y actualidad a los encargados de destripar animales.

En nuestro país no nos quedamos atrás. Hemos sobredimensionado la importancia de la apariencia.  A pesar de las temperaturas cálidas que tenemos todo el año, adoptamos modas de países donde sí existen cuatro estaciones perfectamente diferenciadas.  Para trabajar, hombres y mujeres nos hemos auto impuesto el uso de camisas de mangas largas, casi siempre ajustadas al cuerpo, bajo sacos oscuros de telas pesadas y, para colmo, forrados.   En el hombre, remata casi siempre una corbata; en la mujer, pantalones largos y zapatos cerrados de taco alto.  En otras ocasiones encontramos casi cualquier cosa: cuellos de tortuga, chaquetas de jeans, chales, bufandas, botas y hasta ponchos de lana tipo mejicano.  En fin, capas y capas de ropa apropiadas para lugares donde se requiere conservar el calor del cuerpo, y que son, además, las más comunes en las tiendas locales.

En esa tendencia insensata y disonante de sobrevestirnos, olvidamos el clima como factor determinante del tipo de ropa a usar y desdeñamos, como dignos subdesarrollados, la indumentaria recomendada por la lógica para combatir la calurosa humedad de este clima caribeño tropical: el mínimo de vestimenta posible, holgada, liviana, flexible y de colores claros, de telas finas que permitan al cuerpo airearse, acompañada de calzado fresco y sombreros de ala ancha si se ha de estar bajo el sol.

Mansamente nos dejamos dominar por un culto exagerado a la imagen a través de la vestidura, una especie de sumisión a los estereotipos de una publicidad incompatible, no sólo con nuestra realidad climática, sino también con nuestras circunstancias económicas personales y con una situación de producción deficiente y costosa de energía eléctrica.  Y nos empeñamos, como ignorantes empedernidos, en permanecer dentro del círculo desatinado de gasto excesivo en vestimenta y baja productividad.  Como si nos sintiéramos incapaces de salir airosos ante el reto de una moda diferente, adecuada y propia.

La idea del primer ministro japonés ha llamado la atención en todo el mundo.  Tal vez por ser la primera vez que desde la política se piensa en la ropa de forma racional.  Quizás algún día a nosotros, los dominicanos, nos dé por copiar ideas sensatas en vez de modas y nos inspiremos en un vestuario nacional que no siga los dictados de reglas ajenas y que denote inteligencia, iniciativa y personalidad.

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