Ideas en torno a la globalización

Ideas en torno a la globalización

DIÓMEDES MERCEDES
La Globalización es el resultado del desarrollo en general y de la acumulación y tipo de uso en particular del capital financiero. El proceso acelerado de intercambios integradores efectuado por la economía, la política, las ciencias, la tecnología, el trasiego y las relaciones humanas, las normas internacionales, etc., la hacían necesaria e inevitable.

Este fenómeno que caracteriza nuestra época, que estremece al mundo y refleja su composición, sus desigualdades y complejidades, no es responsable de ellas; tampoco es propiedad de nadie. Corresponda a la propia humanidad, en especial a su espíritu democrático, definir cual será la naturaleza a imprimirle a dicho fenómeno, el que según, bien podría convertirse en medio para el exterminio de masas de poblaciones «inútiles» para el mercado, o en el medio para un salto cultural y político universal, que quizás ya haya comenzado, introduciendo cambios fundamentales en la razón humana, en el modo de reinterpretarnos, como acto previo al cambio estructural del actual sistema que puede haber llegado a sus límites, como aparato del mercado, de la explotación humana y de la naturaleza, igual que de la concentración del poder.

La Globalización, que en manos del capital financiero imperial nos subyuga, igual podría redimirnos, siempre que estemos dispuestos a emanciparnos, lo que nunca será un acto gratuito o de generosidad de nuestros opresores, sino una conquista difícil y dolorosa de nuestros derechos a vivir con dignidad y en la paz. Las generaciones actuales vivimos zozobrando dentro de las tensiones de la contraposición de ambas pulsiones de alta intensidad en el que vibra todo el globo, entre sus dos polos simbólicos: norte y sur.

Desde el instante en que ese equilibrio inestable se rompa en beneficio de uno de ellos,  por ahí se precipitará lo por venir; es decir, la arbitrariedad del armamentismo y la ultraconcentración del poder para la explotación de un mercado monopolizado, de los países productores y de sus avales; o en cambio, la posible creación de una sociedad mundial democrática para el desarrollo integral y la paz.

Pero aún falta tiempo para ese momentum de desenlace que se irá definiendo minuto a minuto con la actitud de cada cual ante cada disyuntiva en la que se exprese este conflicto general. Estamos dentro de un período de incubación original caracterizado por esfuerzos intelectuales escudriñadores, de transmutación y de posicionamientos, iniciados a la luz de los hechos. Entramos un proceso de neo-evangelización bajo el crisol de nuevos paradigmas, que al menos superen las pruebas éticas básicas necesarias en la humanidad para la credibilidad de los nuevos credos, y para las creaciones que construirán el futuro que habrá de emerger de abajo y de arriba, de la izquierda y de la derecha, articuladas dialécticamente en un proceso que creará ciudadanías soberanas con las que habrán de ser rescatados los Estados, situándolos en su rol social.

Se viene criticando y a la vez generando oposición a la globalización en general. Sostengo que hay un error importante en este tipo de crítica a dicho fenómeno, lo cual no permite reconocerlo como un proceso útil a la integración y a la liberación de los pueblos. Resulta injusto identificarlo con lo que es la naturaleza del régimen financiero mundial y su modelo demoledor de naciones apreciadas por éste sólo como mercados si tienen activos con que pagar préstamos, mercancías u otros artículos; es la vieja historia de quitarnos el oro por espejitos. Los pueblos tenemos que hacer nuestra la Globalización a sabiendas de que igualmente fracasaremos si contra la marcha de la historia involucionamos a formas atrasadas en la económica y las políticas.

El Estado está en el centro de la confrontación por la definición de la naturaleza a imprimirle a la Globalización; los poderes fácticos lo acaparan. Los pueblos tenemos que reivindicarlo como parte de nuestra integridad. Los servidores del Estado, los militantes de partidos, la ciudadanía de vocación, intuición o conciencia democrática, no debemos alienarnos con el poder ni perder la conciencia de que servimos a nuestra nación y a los derechos generales comunes de los pueblos y no a los intereses de la globalización financiera que nos liquida. En el ejercicio de las funciones del Estado no cabe imparcialidad frente a este conflicto, se actúa para entregar al país o se actúa para liberarlo.

En las condiciones actuales donde el Estado está siendo convertido en una extensión del dominio imperial hay que tener mucha delicadeza y cuidado para que participando en el gobierno, el poder de éste no nos deslegitime ante el pueblo. El gobierno es el mejor espacio para ser solidario con el cambio. La tarea de la ciudadanía dentro o fuera de los aparatos del Estado, en esta coyuntura debe ser servir al buen desarrollo del país y a la elevación y multiplicación de la conciencia social como plataforma al cambio venidero. Todo enganche en el poder sin estas reservas y guías nos arrastrará vergonzosamente como oportunista tras de su tren, por la vías establecidas «por el orden mundial» el que, como hemos visto, luego de usados nos tiraría en las ligas de reserva del «establishment» penosamente desauroleados, rodeados de un pueblo frustrado y burlado otra vez.

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