Si alguien quiere alcanzar una meta, llevar a cabo un propósito, aunque parecería paradójico, lo primero no es definir o precisar dicha meta o propósito. Tampoco determinar estrategias, tácticas ni ruta crítica; ni el plan gerencial y administrativo. No se trata de hacer un análisis estructural y de coyuntura, de circunstancias históricas, o de correlación de fuerzas entre los poderes fácticos. Ni siquiera el popular análisis FODA. Porque lo primero de todo es que: lo que usted, yo, un o grupo o comunidad debe hacer, es averiguar ¡quién es!, cuestión de identidad, de saber quién es uno, y quién uno no es.
O quiénes somos nos-otros y quiénes son los-otros. Adquirir consciencia del yo propio, de que fuera y aparte de mí hay alguien “que no soy yo”, otros que se parecen a mí o están de mi lado, y otros, adversos y hostiles. Luego determinar con cuáles puedo comunicarme, si tenemos rasgos, hábitos, intereses o formas de ver las cosas que nos permiten convivir y colaborar.
Hay que determinar si nos podemos acercar a ellos en actitud de asociarnos en propósitos comunes (objetivos semejantes no bastan).
Definir la propia identidad nos facilita identificar al otro, para mejor unirnos o, convenientemente separarnos.
Identificar al otro es el primer paso para poder defenderme controlándolo o manipulándolo, o asociándome a él. Identificar al otro quiere decir que lo ubico en mi universo de cosas conocidas y desconocidas, por su edad, sexo, raza, familia, nacionalidad, o equipo favorito. Por ello es tan difícil convivir o asociarse con extraños indocumentados, sin familiares ni domicilios conocidos. Para echar fuera a los que no podemos “ubicar”, ni predecir”, ni entender, no hace falta tener prejuicios étnicos ni rencores históricos. Basta con tenerlos como vecinos.
Aún peor, pues los dominicanos no somos una sociedad, sino un conglomerado humano confinado en un territorio y atado legalmente a un estado que nos retiene mediante coerción y debido a la imposibilidad de escapar a nado. Somos individuos ignorantes de la historia, con ancestros difusos, disímiles ignorados y potencialmente conflictivos, a los que se nos vende una pseudo cultura patrocinada por bebidas de malta importada.
Con autoridades e intelectuales que suelen no tener claro qué cosa es cultura, ni qué cosa es identidad. Un pueblo que no sabe cual identidad tiene, ni a cuál aspirar, ni con qué ni con quien ni con que identificarse. Con una historia y un pasado racial y cultural valiosísimo que no sabemos aprovechar.
Porque la identidad, en un pueblo con todas estas confusiones, solamente es posible hacia el futuro, luego que hayamos sido lo suficientemente inteligentes para determinar con quien y con qué nos conviene identificarnos.
Los suecos, uno de los pueblos más exitosos del planeta, hablaban alemán como segundo idioma hasta la Segunda Guerra Mundial.
De ahí en adelante, todos los suecos hablan excelente inglés. Sin dejar de seguir siendo suecos ni por un instante. Identificarse y adaptarse sin perder la identidad… ¡Ese es el asunto! Las metas, entonces, se hacen auto evidentes.