Identidad nacional 
Una Francia fragmentada tiene que redescubrir su destino común

<P>Identidad nacional <BR><STRONG>Una Francia fragmentada tiene que redescubrir su destino común</STRONG></P>

POR JOHN THORNHILL
En París

En el salón Víctor Hugo del parlamento francés esta semana la palabra “crisis” se movía como una pelota de tenis en el estadio Roland Garrós. El único problema no era que nadie estuviera de acuerdo con la naturaleza precisa de la crisis que está convulsionando a Francia.

Significa la confrontación entre el gobierno y los manifestantes sobre una ley laboral para los jóvenes, una crisis para el gobierno del presidente Jacques Chirac, o una crisis de las instituciones de la Quinta República, o una crisis del capitalismo global, o una crisis de la modernidad

Durante la reunión, organizada por el partido gobernante UMP, una sucesión de políticos, académicos, expertos en leyes y encuestadores, presentaron sus propias teorías sobre por qué los franceses estaban asustados de nuevo. El diagnóstico variaba de gran manera. Sin embargo, hubo casi unanimidad sobre la cura posible: Francia necesita un gobierno más representativo y responsable, y una visión nacional compartida.

Al observar a los manifestantes marchar por París la mañana del martes, pudiera llegarse rápidamente al criterio -que comparten muchos fuera del país- de que Francia es ingobernable. Cada grupo de manifestantes parecía tener una queja distinta contra el mundo: su único elemento unificador era la hostilidad hacia el gobierno de Dominique de Villepin, quien al adoptar el contrato de primer empleo (CPE) disparó las protestas recientes.

Había estudiantes ansiosos que expresaban sus oposición elocuente a la ley. Maestros que denunciaban la capitulación del gobierno ante los jefes capitalistas. Líderes sindicales del sector público ondeando banderas con la imagen de Che Guevara en los techos de sus camiones. En la Plaza de Italia, donde concluyó la marcha, había pandillas de jóvenes encapuchados y amenazadores que no buscaban otra cosa que la violencia. En cuanto a esto último, al menos, las demandas fueron satisfechas de inmediato, cuando las filas cerradas de la policía anti-motines CRS entró en acción.

Sin embargo, esta polifonía extraordinaria de puntos de vista ha sido escasamente representada en los -con frecuencia- debates monótonos en el parlamento. Los criterios de los legisladores fueron ampliamente ignorados por el señor de Villepin, cuando lanzó la CPE sin consulta previa con los sindicatos o un debate público real. El inadecuado y surrealista proceso legislativo de Francia pasó al primer plano cuando el señor Chirac promulgó la ley -e inmediatamente instruyó a su gobierno que no la pusiera en vigor. Una nueva ley tendría que haber sido aprobada para corregir lo inadecuado de la que acababa de ser promulgada.

Sería tentador y, para muchos, políticamente expedito, culpar a un solo hombre por este caos: el señor de Villepin, un ex-diplomático no electo que estaba demasiado apresurado por producir resultados que pudieran reforzar sus opciones en las elecciones presidenciales del año próximo.

Pero según comentaban los participantes en un seminario el miércoles, también servía para testimoniar lo inadecuado del sistema institucional de Francia: una presidencia ejecutiva sin control, un primer ministro poco responsable, y el parlamento más débil de Europa. Francois Fillon, un ex ministro y senador por el UMP, dijo que era incuestionable que el pueblo tiene los “genes de la inestabilidad”, que hace difícil gobernarlos. Sin embargo, añadió que la creciente frecuencia de las crisis en Francia, y la escalada de la violencia, reflejan esta inestabilidad institucional.

Durante el último cuarto de siglo, dijo, Francia ha tenido 26 gobiernos, Alemania nueve, España ocho y el Reino Unido siete.

 “Las políticas económicas y sociales que han funcionado en Europa son todas el resultado de un esfuerzo de reformas en un largo periodo”, dijo. “A los británicos les tomó más de 10 años alcanzar sus asombrosos resultados en la lucha contra el desempleo. Los españoles no redujeron su tasa de desempleo de 20% a 85 en cien días”.

Los partidarios del señor Chirac con frecuencia atacan a los “declinólogos”, que constantemente restan valor a Francia. Seguro, admiten, Francia tiene problemas, pero su economía sigue creciendo más rápidamente que gran parte del resto de la eurozona; sus grandes compañías se ocupan de mejorar sus ganancias récord y por conquistar el mundo, y sus servicios públicos son envidiados internacionalmente.

Y aún los que defienden al señor Chirac aceptan la necesidad de nuevas reformas para reducir el desempleo y detener la creciente deuda pública. Y la reforma siempre es un proceso doloroso. Francia necesita un foro político con sentido que sirva de mediador en el debate nacional sobre la forma de contener el dolor mientras se ajustan los valores republicanos de libertad, igualdad y fraternidad.

Bariza Khiari, un senador socialista de París, sugiere que el impedimento mayor para una acción colectiva decidida es la variedad de temores diferentes que están apartando las distintas secciones de la población. “Ahora hay árabes que hablan de “islamofobia”,judíos que hablan de anti-semitismo, franceses nativos que hablan de un racismo anti-blancos y negros que hablan de discriminación. Cada grupo está aferrado a sus propios temores. Esto configura una sociedad fragmentada”, dice. “Tenemos que tener un miedo común. Los principios de la República no son un don. No queda demasiado de la Rpública; no queda suficiente de ella”.

Por el momento, Francia ha perdido la perspectiva de su destino común. Y tiene que re-encontrarlo, desesperadamente.

VERSION: IVAN PEREZ CARRION

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