Identidad persistente II

Identidad persistente II

Los conceptos “nación” y Estado son percibidos en apretada relación, lo mismo que las ideas de pueblo y “etnia”. Pueblo, Estado, nación, se nos aparecen como realidades enterizas que no toleran ser disociadas. Para las mentes griegas de Leucipo y Demócrito, átomo significaba unidad indivisible; en cambio, para la física moderna los elementos que componen el átomo son las fuerzas que explican el comportamiento y las propiedades de la materia. Para estudiar la identidad sobre la que se edifican pueblos, estados y naciones, es preciso descomponer o desagregar esas tres porciones de la realidad social; como si fueran protones, electrones y neutrones.

Como ya dijimos, durante siglos los judíos carecieron de territorio y de Estado pero no dejaron de ser una nación. Vivieron dispersos sin perder el carácter de comunidad, conservaron sus costumbres, ritos, creencias, “estilo de vida”, visión del mundo. De los judíos dijo el poeta alemán Enrique Heine: “son un pueblo cuya patria es un libro”. Los hebreos –exiliados perpetuos- no ponían los pies sobre ninguna tierra propia. Ellos tenían identidad sin tener patria. Eran una nación sin Estado. Los polacos, por el contrario, no perdieron su territorio con las reparticiones de 1772, 1793 y 1795; aunque muchos polacos emigraron, el grueso de la población permaneció en su territorio, a pesar de haber perdido su Estado y sus derechos políticos. Los polacos mantuvieron viva su identidad nacional: fueron polacos antes, durante y después de las dominaciones de rusos, prusianos, austriacos y franceses. Los judíos conservaron su identidad más allá del horror del holocausto, un período de exterminación física programática que abarcó doce años, esto es, de 1933 a 1945.

La identidad no siempre está conectada con una raza determinada. Hay negros puros en África que pertenecen por entero a la cultura arábiga, que son musulmanes, usan ropajes árabes y su lengua materna es el árabe. Los negros norteamericanos –llamados afroamericanos- son americanos, profundamente americanos. El “blue”, los “spirituals”, el “jazz”, son contribuciones de los negros a la cultura norteamericana que, en lo esencial, es WASP, o sea, blanca, anglosajona y protestante. No se parecen los negros norteamericanos a los negros del África, sean musulmanes o cristianos, arabizados o afrancesados. (Identidad persistente y mutante; 2004).

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