Identidad persistente X

Identidad persistente X

La lengua funciona del mismo modo que una horma. El orden de los distintos miembros de la oración -la sintaxis de cada idioma-, oblitera, tuerce o aplasta nuestra comprensión: falsifica nuestra racionalidad. La lengua condiciona “la posibilidad de la experiencia”, hace inaccesibles al conocimiento los “objetos de la experiencia”, para decirlo en el lenguaje técnico kantiano. Los lingüistas restauran el punto de vista idealista, mientras suponen que hacen un “trabajo de campo” absolutamente científico, objetivo, e incluso materialista. Por eso algunos lingüistas pretenden dar lecciones sobre los “discursos nacionalistas”, que son para ellos meramente ideológicos, encaminados a obtener resultados prácticos, en el orden social o en el campo político.

Los lingüistas sustituyen la visión apriorística de Kant por la realidad previa de la lengua, que antecede al acto de formular un razonamiento, una predicación cualquiera. La lingüística contemporánea, “una ciencia de campo reducido” -como la llamaba Pedro Henríquez Ureña-, ha ido transformándose en una filosofía caleidoscópica, totalizadora, que da respuesta a problemas semánticos, explica las literaturas, desentraña los misterios epistemológicos, aclara las diferencias de sensibilidad en las clases sociales, desmitifica los conceptos de Estado, nación, patriotismo, obediencia o sumisión. La lingüística es una suerte de panacea intelectual, panóptica y “superapofántica”. La sociolingüística apunta en línea recta hacia una política del lenguaje. Por lo menos una buena parte de su “corpus” doctrinal tiene ese carácter omniabarcante.

El estudio de los símbolos y mitos nos ha llevado, de la mitología tradicional a secas, a una “mitología científica”, al cerrado análisis “gramaticoso” o lingüístico-distintivo, esto es, a la pulverización de la realidad en mitemas, lexemas, morfemas. Al examinar el problema de la identidad de los pueblos topamos con los rígidos “usos académicos”, impuestos o establecidos por los lingüistas y los marxistas. Las universidades disponen actualmente de cientos de estos escolásticos de nueva hechura, que ya no son aristotélicos ni continúan la tradición de los doctores de la Iglesia.

Elie Kedourie afirma: “la investigación histórica del nacionalismo pretende averiguar cómo se produjo este modo de hablar sobre la política…”. Se trata, pues, de “una manera de hablar”, de una ideología lindante con la aberración. A la actitud antinacionalista de los marxistas se ha sobrepuesto la fobia antinacional de los partidarios de la globalización de la economía.

Publicaciones Relacionadas

Más leídas