Identidad persistente XII

Identidad persistente XII

En realidad, las ideologías son, a la vez que sistemas de “ocultamiento”, o de embellecimiento ideal, instrumentos de “revelación”; de revelación o mostración de verdades permanentes. No es cierto que toda cultura de clase sea, enteramente, una patraña. La Escuela de la Sospecha nos ha enseñado a ser suspicaces: Freud nos dice que debajo de las “sublimaciones” más tiernas está presente el sexo, una fuerza biológica impetuosa que busca satisfacción. Marx grita que tras los argumentos falaces de los grupos privilegiados está el interés económico rampante. Nietzsche quiere demostrarnos que detrás de las refinadas obras de arte producidas por el hombre yace, agazapada, la voluntad de poder.

Los sociólogos representantes de la llamada “sociología del conocimiento” explican que el teorema de Pitágoras fue utilísimo para la agrimensura en Egipto y, desde luego, para la casta gobernante de propietarios de tierras. Pero no logran explicar por qué las verdades apodícticas que se desprenden del teorema son inteligibles y valederas para ricos y pobres, desde la antigüedad hasta nuestros días; antes y después de las inundaciones del río Nilo.

El conocimiento científico, para ser tal, debe reunir el razonamiento con la prueba experimental. Ninguna de las mal llamadas “ciencias sociales” puede aspirar a tantísimas exigencias metódicas. Lingüistas, sociólogos, filósofos, antropólogos culturales, han de contentarse con cultivar disciplinas con menos certidumbres que las ofrecidas por las ciencias naturales. Finalmente, vale la pena anotar que algunos antropólogos sostienen que la inteligencia humana es anterior al lenguaje humano; que este último es una de las creaciones de la inteligencia; y el lenguaje humano se ensancha continuamente con nuevas posibilidades intelectuales y sentimentales. Es probable que la razón en el hombre sea una potencia en desarrollo que aún no ha terminado su evolución.

Quizás esas crecientes fuerzas racionales nos permitan, en lo futuro, librarnos con poco esfuerzo de las trampas del lenguaje. El itinerario que hemos cumplido hasta ahora comenzó con mostrar la persistencia de la identidad a través de larguísimo tiempo. Pusimos ejemplos del pasado remoto, del pasado reciente y de la época actual; al mismo tiempo, afirmamos que la identidad de los pueblos no puede estudiarse desde puntos de vista inmutables, substancialitas, eleáticos.
La identidad es persistente y también mutante. (2004).

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