Identidad persistente XIII

Identidad persistente XIII

Un ejemplo curioso de adscripción social lo encontramos en el psicólogo Sigmund Freud. Mi amigo israelí Saverio B. Lewinsky me obsequió en 1982 un escrito suyo titulado: “Identidad problemática del joven judío”; en ese texto Lewinsky reproduce parte de un discurso que Freud pronunció en 1926: “Lo que me ligó al judaísmo -me avergüenza admitirlo- no fue la fe ni el orgullo nacional, porque jamás he sido creyente y me educaron fuera de toda religión, aunque me inculcaron el respeto por las que denominan normas éticas de la cultura humana. Cada vez que sentía inclinación hacia el entusiasmo nacional, me esforzaba por suprimirla, considerándola perjudicial y errónea; alarmado y prevenido por el ejemplo de los pueblos entre los cuales vivíamos los judíos”.

“Pero había muchas otras cosas que hacían irresistibles la atracción del judaísmo y de los judíos, muchas “oscuras fuerzas emocionales”, que eran tanto más poderosas cuanto menos se las podía expresar con palabras; así como también una clara conciencia de la “identidad interior”; la privacidad de una “construcción mental común” me proporcionaba seguridad y más allá de todo esto, existía una percepción de que sólo a mi “naturaleza judía” le debía las dos características que se me hicieron indispensables en el difícil camino de la vida. Porque era judío me libré de los muchos prejuicios que restringían a otros en cuanto al uso de su intelecto y como judío estaba preparado para unirme a la oposición y para prescindir de cualquier acuerdo con la mayoría compacta…”.

Este es sin duda, el primer caso de aplicación del psicoanálisis a la sociología. Fichte, por su lado, concedía extraordinario valor al “poder unitivo” de la literatura y de la cultura en general. Mi amigo israelí concluyó su folleto afirmando: “la historia muestra que la humanidad no es la suma de cada uno de los individuos, sino la suma de las culturas que la componen”.

Todas las culturas se han nutrido unas de otras en el curso de la historia; se sostienen y entrelazan como bancos de coral o enredaderas de un jardín promiscuo. De Grecia a Roma, de Roma a Europa, de Europa a América; la cultura clásica viaja en ruta doble: de Bizancio hacia Occidente, desde Roma hacia Este. (2004).

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