Identidad y patria: asunto de vida o muerte (2/2)

Identidad y patria: asunto de vida o muerte (2/2)

Rafael Acevedo Pérez

Pocas gentes en este continente no han vivido la alegría, la satisfacción o el orgullo de saberse parte de una familia, una comunidad o una región. Y probablemente todos los dominicanos han presenciado el derroche de adrenalina, secreciones glandulares y hormonales de un liceísta o aguilucho cuando su equipo es proclamado campeón. Esa sola vivencia de identidad, de identificación, crea sensaciones descomunales de grandeza y poder momentáneos. Especialmente si se está celebrando en grupo, donde el contagio emocional fluye más fuerte.

O el caso de un macho empoderado de su hombría, el de un oficial empoderado de su rango, o un hijo de rico ostentando su apellido, su ropa, o acelerando su nuevo auto deportivo.

En varias de sus obras, el doctor José Batista explica cómo la sola identidad genera un flujo de oxitocina y otras sustancias que son claves para el desarrollo de la personalidad, su estabilidad emocional y adecuado crecimiento intelectivo.

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En esa línea de ideas, todo dominicano es heredero y depositario de un poderoso material genético, ideacional y espiritual: Nuestra identidad nacional, basada en hermosas mezclas raciales, honrosas tradiciones, así como también de afrentas colonialistas e imperialistas, y de luchas independentistas.

Todas estas experiencias nos han forzado, por momentos, a confusión y depresión, como cuando el período de la “España Boba”; a temor e indignación durante las invasiones de fuerzas extranjeras; que nos han llevado a ser diferentes, esforzados y a menudo valientes; con apenas escasos mosquetones o simples machetes, y hasta en ocasiones con tan solo mostrarles los puños al invasor (como aquella foto internacionalmente premiada, del dominicano en la Calle del Conde frente a un marine armado con fusil, tratando de humillarlo).

El material del que está hecho un dominicano es extraordinariamente poderoso, por ser un gen evolutivo de la individualidad y la identidad colectiva.

Una de las pruebas más visibles la constituyen nuestras gentes de Nueva York y otras grandes ciudades en diversos países. Zonas como El Bronx son partes de la RD; Ellos son RD. Son lugares RD.

La identidad dominicana no es solo un valor en sí misma: es sobre todo un Proyecto nacional en permanente desarrollo que, como explica Batista, en determinada forma, es “El Proyecto”.
Nuestras autoridades deben prestar la mayor atención posible a este planteamiento; pues esa energía identitaria es materia prima para los planes más extraordinarios a emprender con todo el apoyo de los ciudadanos; pero, al mismo tiempo se presta a los peores descarríos, y a las iniciativas más estúpidas y absurdas, a menudo financiadas por entidades ajenas o contrarias al interés nacional, que aplauden o patrocinan “formas culturales” supuestamente autóctonas, que operan más bien como disuasivos y desorientadores del interés nacional más auténtico y legítimo.

Toda acción política, como por igual las acciones de los diversos sectores de interés, regionales, de clase o grupo social, debe estar en lo fundamental orientada hacia metas consensualmente definidas, a partir de las cuales cobrarán mayor sentido y prioridad todas las conductas gubernamentales, sectoriales y ciudadanas en general.

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