Ideologías, reforma, y sociedad

Ideologías, reforma, y sociedad

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Las primeras escuelas de estas tierras fueron establecidas en el siglo XVI por religiosos franciscanos, mercedarios y dominicos. Tres siglos después, el insigne maestro y patriota puertorriqueño Eugenio María de Hostos intentó, sin éxito, transformarlas en modernas instituciones educativas orientadas hacia los oficios en donde la fe religiosa no tendría cabida. Hoy día, ese mismo patrón de adopción y copia de modelos foráneos se ha transformado en parte de una tendencia mucho más amplia de integración internacional, que contiene una serie de características, problemas y preocupaciones que afectan de manera muy similar a la mayoría de los sistemas de instrucción pública de la América española.

A partir del Plan Decenal 1993-2003. Y a lo largo de los últimos veinte años, el sistema dominicano de instrucción pública ha experimentado un notable crecimiento. Ese crecimiento envuelve un logro extraordinario. Ha beneficiado a miles de niños y jóvenes que no habrían tenido oportunidades similares una generación antes. Pero, ha sido inevitable que las transformaciones que se han venido registrando a lo largo de todo ese proceso hayan provocado graves problemas en lo que se refiere a la formación y capacitación de los maestros. Así como desequilibrios que han traído consigo problemas difíciles de resolver.

Según nuestra Constitución, cualquier dominicano tiene derecho a ingresar en el sistema de instrucción pública y, en principio, a hacerlo en la institución y área de estudios de su preferencia. Los gestores de la Ley General de Educación, No. 66-97, del 9 de abril de 1997, partimos del supuesto de que muchos estudiantes de nivel medio optarían por estudios técnicos de corta duración, aliviando así la presión ejercida sobre las facultades universitarias. Inclusive, llegamos a plantearnos la posibilidad de que los mismos, al finalizar sus estudios, pudieran incorporarse al mercado de trabajo. Pero, ocurrió, y continúa ocurriendo, justamente lo contrario. La población de estudiantes de los politécnicos continuó siendo muy reducida en comparación con la de estudiantes secundarios. Este año, el número de bachilleres egresados de los liceos públicos fue mayor que el esperado. En el Campus de la UASD en la ciudad de Santo Domingo ya no cabe “ni un mandado”. La distribución de los inscriptos ocurre de manera desigual. Por un lado muchos escuelas pequeñas con pocos estudiantes; y, por otro, grandes palacios escolares con un número excesivo de alumnos. Lo que demuestra que la llamada ampliación de la cobertura se ha visto en gran media limitada a los establecimientos escolares situados en las más grandes y prósperas localidades del país.

Cabe mencionarse el problema que afecta la distribución del número de estudiantes matriculadas en instituciones de educación superior según los tipos de estudios. Las cifras oficiales revelan un desequilibrio del número de estudiantes matriculados a favor de las humanidades y de las ciencias sociales en comparación con las ciencias básicas y la tecnología. Por ejemplo, en el primer semestre del año 2012 (el último de que disponemos de cifras) el conjunto de estudiantes matriculados en las Facultades de Humanidades, Educación, Economía y Ciencias Sociales y Ciencias Jurídicas y Políticas llegó a representar el 58.6% del número total de alumnos matriculados en universidades, es decir, casi ocho veces más que el número de estudiantes matriculados en las facultades de Ciencias Básicas y Aplicadas, Veterinaria, y Tecnología de la Comunicación; y 153 veces más que la población total de estudiantes de institutos técnicos de estudios superiores. (Para mayor información consúltese el “Informe General sobre Estadísticas de Educación Superior 2012, del Ministerio de Educación Superior, Ciencia y Tecnología). Todos esos desequilibrios, de no remediarse a tiempo, podrían llegar a poner en entredicho la calidad de los servicios de educación en todos sus niveles y en todas sus modalidades.

 

 

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