Iglesia o elección en el aborto

Iglesia o elección en el aborto

Todas las sociedades tratan regular las fuentes de conflictos que alteran el orden social determinado. Por eso los temas constitucionales que tratan de la libertad de los individuos, del sexo y la vida misma están marcados por amplios debates, con la intervención de grupos poderosos como la iglesia católica. En estos temas la iglesia no se limita a lo que  alguien definió como míseros rincones significativos, donde se procura interiorizar en el corazón del individuo con el objeto de alcanzar un orden divino que no tiene nada que ver con la conformación de la vida social terrenal.

La iglesia católica ha procurado un orden basado en el compromiso político-social y las coincidencias en la consecución de este fin eclesiástico ha sido aprovechado y utilizado por muchos de los que hoy se oponen a sus consideraciones sobre la libertad de la mujer y la interrupción del embarazo. Pero frente a la ausencia de coincidencia en el debate de estos temas, se ha entrado en una centrífuga maniquea donde se usan las mismas metáforas para defender las distintas posiciones. Se dice que el cuerpo de la mujer es un templo donde sólo ella tiene derecho a elegir qué hace con él o que la vida es sagrada desde la concepción y sólo Dios puede disponer de ella. Pero la discusión es de tiempo. ¿En qué momento de la vida uterina se tienen derechos vitales que no pueden ser violados ni por la misma madre?

En cuanto a la posición de la iglesia no hay discusión posible; la vida y con ella el derecho a existir se inicia a partir de la concepción. En el momento de la fecundación del óvulo en el útero materno o in vitro. Nadie puede discutir con un dogma apoyado en la infalibilidad papal, manifiesta en la Evangelium Vitae. En el ritual de la democracia sólo se puede esperar que los representantes de los ciudadanos no asuman la posición de la iglesia, lo que puede ser un resultado esperado pero no realizado. No podemos pretender que la iglesia se coloque en el lugar que le hemos dejado para esperar  la acción de la divina providencia.  El mismo compromiso social de la iglesia que ha sido útil para otros objetivos le será útil a ésta para sus propios fines.

Dada la posición de la iglesia los que sostienen una idea diferente deben convencer, y lo deben hacer con cierta con una racionalidad irrefutable, al margen de histerias y lágrimas, de tal forma que lo planteado siga siendo verdad quinientos años después, pero en este tema es un poco difícil porque no estamos hablando de una ciencia objetiva como la astronomía. Hablamos de un tema humano. El derecho de elección de las mujeres en este tema no puede ser absoluto. En algún momento el feto debe ser protegido del poder que pueden ejercer los otros sobre él, incluyendo su madre.

Los que defienden la interrupción del embarazo, en determinadas circunstancias, no sólo deben establecer las condiciones en que la mujer puede decidir sobre esta interrupción; también deben demostrar cómo las mismas serían inútiles al simple propósito de desembarazarse. Deben establecer cuando el no nacido tiene derechos inviolables, aspecto que suelen obviar. Los derechos no son sólo de aquellos que los pueden expresar o de los considerados viables, porque al momento de nacer nadie es viable sin ayuda de los demás. Estos conflictos no serán resueltos pero con ideas claras se pueden hacer normas racionales que permitan regular los mismos.

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