Jorge A. Bañales
Washington, (EFE).- La posibilidad de que el Congreso de EEUU endurezca las leyes de inmigración ha despertado una idea de la desobediencia civil en iglesias y sinagogas que recuerda al Movimiento Santuario que, en los años 80, dio amparo a miles de refugiados centroamericanos.
El cardenal de Los Angeles (California), Roger Mahony, ya ha proclamado esta Cuaresma como un tiempo para la reflexión sobre la instrucción de Jesús: «…porque tuve hambre, y me disteis de comer; tuve sed, y me disteis de beber; fui forastero, y me acogisteis…».
El llamamiento a la conciencia de las personas religiosas responde a los actuales intentos del Congreso de endurecer las leyes de inmigración hasta el punto de declarar delincuentes a los doce millones de inmigrantes indocumentados que viven en EEUU.
Las leyes aún están en proceso pero, según han indicado tanto Mahoney como el también cardenal Theodore McCarrick, si se aprueban, darán instrucciones a sus sacerdotes y a todos los católicos para que desafíen la ley.
El llamamiento no ha pasado desapercibido.
El diario «The New York Times» publicó esta semana un editorial en el que indica que «la declaración de solidaridad de Mahony con los inmigrantes indocumentados, para quienes todos los días son Cuaresma, es un sorprendente llamado a la desobediencia civil, tan valiente como oportuno».
«Desde hace mucho tiempo que no se escucha en este país un llamado para la transgresión organizada de las leyes en esta escala», agregó el diario.
En la misma línea, dirigentes católicos, protestantes, evangélicos y judíos formularon esta semana en Washington una llamada para que el Congreso apruebe una reforma «humana» de las leyes de inmigración.
«Estamos dando instrucciones a los párrocos para que sigan ayudando a la gente que no está en situación legal», dijo McCarrick, arzobispo de Washington.
De hecho, en los últimos tres años se han multiplicado las labores de iglesias y de grupos religiosos que desde el sur de California hasta Texas ofrecen ayuda a los inmigrantes que cruzan la frontera ilegalmente y se arriesgan a caminatas por áreas agrestes o desérticas.
James H. Walsh, un ex abogado del servicio de inmigración estadounidense, dijo que «quienes entran ilegalmente en el país pueden ser acusados de un delito federal menor, pero ayudar y acoger a los inmigrantes dentro de Estados Unidos es un delito federal mucho más grave».
«Quienes dan esa ayuda violan las leyes de inmigración», añadió. «Con su desafío a las leyes, socavan la república, gobernada por el voto de sus ciudadanos. Estados Unidos es una nación de inmigrantes, pero inmigrantes que juren lealtad a la bandera de EEUU y no a otras», dijo Walsh.
La incipiente desobediencia civil, que podría generalizarse si el Congreso criminaliza la inmigración ilegal, tiene un antecedente cercano en el tiempo en el Movimiento Santuario, que se inició en 1982 en Tucson (Arizona), y otro más remoto en el «tren subterráneo» que antes de la emancipación de los esclavos en 1865 ayudaba a los negros que huían de los estados esclavistas hacia el Norte.
En marzo de 1982, un puñado de dirigentes religiosos de Tucson encaró la posibilidad de ir a prisión desde que ofreció santuario a los centroamericanos que huían de las guerras civiles en sus países.
El Movimiento Santuario llegó a contar con la participación de casi 700 iglesias católicas, protestantes y evangélicas, y sinagogas en todo el país que amparaban a los emigrantes, les daban alimento y ropa y los ayudaban a trasladarse a diferentes ciudades.
En los años 80 se trataba del apoyo de EEUU a los gobiernos y sus escuadrones de la muerte; ahora se trata de las leyes que perjudican a los inmigrantes.
«Todo el concepto de castigar a la gente que ayuda a los inmigrantes es antiestadounidense», dijo Mahony.