Ignominia e impertinencia en soluciones pro-haitianas

Ignominia e impertinencia en soluciones pro-haitianas

En cada kilómetro cuadrado del territorio haitiano viven 400 personas constituyendo una de las áreas más desbalanceadas del globo en términos de territorio-recursos por persona. En todo el continente americano, igual en Suramérica, por cada kilómetro cuadrado habitan 23 personas, mientras que en Norteamérica lo hacen 20, lo cual significa que disponen de 17 a 20 veces más recursos potenciales que Haití. En este contexto, plantear que la solución del problema haitiano recaiga sobre nuestro territorio, cuya consecuente disponibilidad de recursos es menos de dos veces la haitiana, constituye una ignominia.

Pero además resulta impertinente puesto si la solución a la súper población haitiana se centrara en el acogimiento dentro territorio dominicano, no hay forma humana de impedir que arrastren consigo sus grandes urgencias en la satisfacción de necesidades, comportamientos culturales y formas de explotación que condujeron a la depredación de su territorio, lo cual daría como resultado una sobre-población que depredaría la isla entera, con el subsecuente ejercicio de presión migratoria sobre naciones del continente una población creciente desde las más de 20 millones de almas hoy cohabitantes del territorio isleño. Esta presión se ejercería más concentradamente hacia las naciones vecinas que desde ya reciben presión migratoria haitiana. Tal es el caso de Perú y Brasil en Suramérica y de Estados Unidos y Canadá en Norteamérica, que se han visto compelidas a adoptar medidas restrictivas y operativos militares, respectivamente, ésta última con el auxilio de militares dominicanos en tareas que de emprenderse para evitar violaciones territoriales dominico-haitianas quedaría expuestas a severas críticas internacionales. De allí que constituye un imperativo explorar otros esquemas de solución a la súper-población haitiana, algunos explorados históricamente por liderazgo haitiano y continental, solo que soslayados por el simplismo predominante en la conducción política contemporánea. No son pocos los historiadores que consideran que entre lo pactado por Alexander Petión, primer presidente haitiano y Simón Bolívar cuando procuraba apoyo haitiano a la lucha emancipadora venezolana, se encontraba la idea de fundar en Guyana “un establecimiento abierto solo a los hombres de su raza”, según recoge Balaguer en “La Isla al Revés”. Coincidiendo Balaguer gobernando el país con el democristiano Rafael Caldera en Venezuela, fui testigo presencial como parte de la Comisión Mixta Dominico-Venezolana, del replanteamiento de esta posibilidad por el canciller Arístides Calvani asociándolo a la zona de conflicto de 159,500 kilómetros cuadrados que Venezuela reclama al gobierno de Guyana: situación todavía prevaleciente en la presente “Revolución Bolivariana”.

Y, como señala Balaguer en el libro citado, coadyuvar a la única solución que tiene el drama haitiano: Que esta nación evolucione hasta superar el primitivismo que caracteriza su economía.

 

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