Igualdades, desigualdades y «doctorados»

Igualdades, desigualdades y «doctorados»

JACINTO GIMBERNARD PELLERANO
Nos fijamos poco en la naturaleza. No la observamos para aprender de ella. Así pasamos por alto que en toda la Creación no hay dos cosas iguales: ni dos plantas, ni dos flores, ni dos hojas… ni dos piedras ni dos gotas de agua, que aunque luzcan aparentemente idénticas, no lo son, ni en su estructura química molecular.

La diversidad es la marca de la Creación. Pero pretendemos -sotoengañándonos- que todos los humanos somos iguales, aunque no hagamos nada o muy poco por acercarnos en posibilidades de desarrollo, salud y el moderado bienestar que se puede alcanzar en la vida. En cada caso es posible lograr mejorías. Dentro de la realidad de cada cual, existe una capacidad de movimiento hacia lo que es mejor y lo que es peor. La mentirosa aplicación de una teoría igualitaria a ultranza no trae beneficios sino perjuicios y malignidades.

La psicóloga Leona E. Tyler, de las Universidades de Minnesota y Oregón, decana de la Facultad y luego presidente de la American Psychological Association, refiere en su aplaudida obra Psicología de las Diferencias Humanas (Appleton-Century-Crofts) que la declaración «Todos los hombres han sido creados iguales», aceptada sin reparos ni distingos, satisface una necesidad básica para mucha gente, aún en el caso de que sus propios loros hayan sido claramente mediocres.

El ideal de tal creencia -afirma- arranca del supuesto de que las diferencias entre los hombres (los humanos) son radicales e inextirpables, hechos biológicos que no pueden ser ignorados. El ideal que tal creencia engendra es el de una sociedad que utiliza plenamente esas variadas dotes para enriquecimiento de la vida común.

«La concepción del sistema de castas de la India está basada en una filosofía de este tipo. Platón, en La República, expone el problema de la variabilidad de las dotaciones individuales y llega a proponer una especie de Test de aptitudes para seleccionar personas que están especialmente bien dotadas para carreras militares.

La vieja filosofía de los sistemas de educación en la mayor parte de los países de Europa arranca de este modo de pensar. Después de un elemental aprendizaje de los conocimientos básicos, solamente aquellos individuos que demostraban especiales dotes intelectuales eran seleccionados para seguir una educación secundaria y más elevada a través de una trayectoria académica. Ni siquiera en la democrática Gran Bretaña se ha admitido nunca la educabilidad ilimitada de todos los individuos». Hasta aquí la doctora Tyler.

Desde hace mucho tiempo, en años juveniles, como profesor en el Conservatorio de Música, no tenía reparos en informar al alumno acerca de sus potencialidades y la mejor dirección que, a mi ver, debía darle a sus habilidades y carencias. En cierta ocasión cometí el error de declararle a un jovencito el gran talento musical que poseía y la brillante carrera que avizoraba para él, dando por sentado su persistencia en el estudio severo y continuo. Pues se creyó un genio y terminó como un mediocre instrumentista.

Me compensó otro caso. Un alumno sin condiciones para el violín, mostraba una musicalidad valiosa. Le recomendé cambiar de instrumento. Lo hizo, y el triunfo le ha acompañado sonrientemente. Me ha dicho que no es aconsejable informarle a un joven la realidad de su talento, la extensión de sus posibilidades. Yo creo que es un crimen permitir -o peor, alentar- a muchachos de ambos sexos, que se encaprichan con dedicarse a carreras en las cuales no tienen posibilidades de éxito.

Todos tenemos ciertas habilidades, pero hay que determinar cuáles.

No necesariamente aparecen mediante los Test de Inteligencia (que se entiende empezaron con el norteamericano James McKeen Catell avanzado el Siglo 19, aunque otros norteamericanos y alemanes trabajaron en el asunto siendo Alfred Binet quien, con la colaboración de Simon elaboró en 1905 el primer Test de inteligencia que realmente ha servido).

No es sólo asunto de inteligencia. Para triunfar en una profesión se requiere, además de ésta, disciplina y capacidad de concentración, conexión y síntesis.

En la proporción en que funcionen estos factores se logrará la dimensión del éxito.

Me inquietan las pretensiones de muchos jóvenes que se empecinan en dedicarse al «estudio» de carreras para las cuales carecen de capacidades fundamentales y más aún, las actitudes de Universidades o Institutos Superiores que aceptan como alumnos a personas jóvenes, carentes de base y posibilidades imprescindibles, a sabiendas de que son cómplices de una terrible frustración.

Necesitamos excelentes técnicos….plomeros, electricistas, mecánicos, técnicos en electrónica simple, agricultores bien formados, herreros hábiles, albañiles y carpinteros y ebanistas capacitados… No «doctores» que de «doctos» no tienen nada.

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