¿Ilegales por buenísimas?

¿Ilegales por buenísimas?

Recientemente se está promoviendo la aplicación en el rostro, especialmente de las mujeres, de veneno de serpientes para quitar arrugas. Siendo un “veneno” la práctica debería prohibirse; sin embargo, por la propaganda sobre sus efectos cosméticos, algunos olvidan su posible toxicidad.

Con las drogas narcóticas, el resultado no es estético sino que, según sus usuarios, “llevan al paraíso, con sensaciones fantásticas, disfrute sexual sin límites y los policías se ven pequeñitos y sin pistolas”.

Poderosos sectores de la sociedad se benefician de la “ilegalidad” de los estupefacientes, porque manejan negocios antidrogas o son funcionarios cuyas atribuciones desaparecerían con la legalización y viven repitiendo “las drogas no son malas por ser ilegales; son ilegales porque son malas” con lo cual olvidan: Primero, que esas mismas sustancias tienen múltiples aplicaciones médicas y científicas que, por décadas, han favorecido a los seres humanos, con efectos terapéuticos que nadie cuestiona y segundo, que el tráfico y consumo de ellas ha crecido abrumadoramente, favoreciendo la existencia de narco-estados,  abundando poblaciones  que normalmente las utilizan, justificando la vigencia de los famosos “carteles” y empresas que dependen de ellos, con numerosas muertes violentas por el dominio del floreciente negocio.

Si fueran realmente “malas” el consumo no creciera y las luchas por controlar las ganancias derivadas no existiría.

La adicción al alcohol no es buena, pero es legal y nadie muere o mata por controlar su venta y distribución. Esa es una lección que  los Estados Unidos mostraron al mundo de 1920 a 1933 y hace varias décadas que se está repitiendo la historia, pero deseamos seguir jugando al gato y al ratón porque, de lo contrario, nos sacan del patio. 

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