Iluminadas esperanzas en la juventud

Iluminadas esperanzas en la juventud

Bien. Cuando el hedonismo, la desconcertante pérdida de valores y la visión superficial, “Light”, del vivir parecía haberse diseminado terroríficamente entre los dominicanos –que son quienes más nos importan-, arrasando con el sentido humano y promoviendo la riqueza personal a cualquier precio, de repente nos sorprende la actitud de jóvenes de clase media y alta, preocupándose y ocupándose por las injusticias que no les afectan a ellos, sino a los pobres, a los desvalidos, a los carentes de voz y fuerza convincente (peligrosa para el gobierno de turno, sea cual sea).

   Hemos vivido las diferencias entre los ricos y los pobres en otros años, cuando el “servicio doméstico” se alimentaba con lo mismo que sus empleadores, cuando existía una cercanía humana entre los dramas del pobre y el rico. ¡Ambas se veían tan cercanas y tan esencialmente iguales dentro de sus proporciones y capacidades perceptivas…! De un tiempo a esta parte, el ser humano se ha trivializado, cargado de indiferencias y  frivolidades…carentes del pensar.

   Estos jóvenes de más o menos cómoda economía familiar traen el aire fresco de que cabe alentar esperanzas en nuevas actitudes comprometidas con auténticos avances morales.

   Por eso me resulta extremadamente grato que se envuelvan en movimientos defensivos de la sociedad más carenciada. Que se presenten con parasoles, con camisetas, sombreros o cintas amarillas, exigiéndole al Gobierno una mayor inversión en la educación.

   ¿Qué las graves deficiencias educativas de la Nación no se resuelven con la simple inversión de un 4% del Producto Interno Bruto a la educación?

   Eso lo sé.

    La educación va más allá, va más arriba y más abajo. Se trata de que se utilicen correctamente los recursos, de que estos no se gasten en “inventos” destinados a enriquecer a unos cuantos, negociando con nuevos libros de texto que cambian y cambian y no pueden pasar de un estudiante a otro del mismo nivel. Se trata de erradicar una práctica mercantil que ya viene de lejos. Se trata de dignificar la profesión de maestro, exigiéndole una  formación y una calidad en su magisterio. Se trata de que pueda vivir decentemente de su noble profesión, sin las angustias de no poder cubrir sus necesidades familiares insoslayables, en un mundo como el actual donde crecen indetenibles los requerimientos.

   Ciertamente no se trata sólo de dinero, pero éste hace falta para que la enseñanza pública no sea tan dolorosamente paupérrima.

   No queremos el aumento de un 4% en la educación para que se use delincuencialmente, abultando bolsillos, vientres y cuentas bancarias.

   Queremos educación en la decencia y nos regocijamos de que nuestra juventud, sin furores políticos, intervenga abiertamente, a favor de que se  mejore lo mejorable.

   Ojalá que las terribles manos de la política no dañen la belleza de lo que consideramos un movimiento patriótico, ejemplarmente civilizado. 

Honesto, tenaz y bienhechor.

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