Carlos y José son dos padres de familia que desde hace algunos años residen en New Jersey, Estados Unidos.
Ellos forman parte de esa diáspora dominicana que salió del país hace unos cuantos años para trabajar y sacar sus hijos hacia adelante.
Con el gran avance de la tecnología y de la comunicación, gozan de la oportunidad de estar al tanto de todo lo que ocurre en su tierra natal.
Durante un tiempo abrigaron la idea de regresar a su patria. Era casi un sueño anhelado.
Sin embargo, con todo lo que aprecian que está ocurriendo en esta tierra, han cambiado de ideas.
Los dominicanos en el extranjero ven con gran preocupación cómo el país se ha convertido en los últimos años en un lugar donde la vida virtualmente no vale nada.
Aquí la sangre corre como el agua en el río.
Los medios de comunicación tienen que, lamentablemente, estar exponiendo día a día las horribles historias sobre asesinatos, atracos, robos, violencia, trampas, engaños y toda clase de maldad.
Estamos llenos de casos espeluznantes.
Hay que darle toda la razón a quien decide quedarse por allá y no traer su familia o sus hijos para exponerlos a este ambiente inseguro, salvaje y terrible.
Es aquí donde hemos visto asesinatos por cosas tan sencillas como un celular o por un simple roce a un vehículo.
Aparte de las precauciones tomadas, uno tiene que encomendarse a las divinas manos de Dios para que guarde los senderos por donde uno debe moverse.
Indiscutiblemente que es enorme el daño que se le está haciendo a la imagen de este país en el extranjero.
La impresión es que quien entra a este territorio, el peligro lúgubre y maldito loacecha desde que abandona cualquiera de los aeropuertos.