Imagen pública versus finanzas privadas en Francia y en el R.U

Imagen pública versus finanzas privadas en Francia y en el R.U

La reciente decisión por parte del presidente Francois Hollande para hacer que los miembros del gabinete develen sus tenencias y su patrimonio neto ha creado una especie de escándalo en Francia, aunque también ha recibido la suficiente atención positiva por el hecho de que David Cameron está sugiriendo que Reino Unido haga lo mismo.

Podemos llegar a conocer, de la misma forma que lo hacemos con algunos miembros del personal de Hollande, todo sobre sus casas, arte, botes, autos, bicicletas y joyería, y todas sus pertenencias. De lo único que no queremos saber, sin embargo, es sobre su vestimenta.

Incluso la vestimenta, especialmente para aquellos que ocupan cargos públicos, requiere una inversión real en estos días.

Seguramente este es más frecuentemente el caso de los “compañeros” de la gente en cuestión –Samantha Cameron, por ejemplo, o la esposa del predecesor de Hollande, Carla Bruni-Sarkozy– que se podría decir que no son realmente las que han ocupado el cargo.

No obstante, de la misma forma que la propiedad puede ser una inversión compartida y requiere develarse, me parece que la ropa, especialmente la ropa que efectivamente es comprada y usada como parte del empleo del compañero de uno (ropa que no tenía que haber tenido que comprar, y ciertamente no en las cantidades demandadas, si él o ella no hubieran tenido ese empleo) también califica como una clase de activo compartido.

Incluso tomando en cuenta las piezas de J Crew y Talbots que ellas usan, no puedo ni siquiera comenzar a especular sobre el costo del guardarropas de Michelle Obama, o el de Bruni-Sarkozy, que beneficiaron a Dior y a Hermés durante el período en que sus esposos estuvieron en el cargo.

Más sí puedo pensar sobre Samantha Cameron, quien ama las grandes avenidas comerciales, pero también a Erdem, Burberry y a Peter Pilotto.

Si se gastaron $54,000 en los primeros seis meses del 2012 en el guardarropas de la Duquesa de Cambridge, la esposa del Primer Ministro podía bien haber gastado la mitad de eso, lo cual es todavía demasiado, particularmente cuando se refiere también a Michèle Delaunay, ministra francesa para los envejecientes, quien optó por revelar una propiedad de €15,000 en joyas más €10,000 de relojes.

Históricamente la ropa no es considerada “riqueza” por varias razones, algunas son razones prácticas, mientras que otras razones están relacionadas con la imagen.

Primero, existe el problema de la depreciación con el tiempo. Mientras más se use una pieza, menos valor tiene teóricamente, a menos que sea usada por una persona famosa en un evento importante, en cuyo caso este valor se eleva.

Este es el porqué, por ejemplo, el traje usado por Margaret Thatcher el día en que se convirtió en líder conservadora fue vendido en una subasta en el año 2012 por 25,000, aunque es probable que al comprarlo le costara menos de £700. Pero, ¿cómo se puede poner ese valor por adelantado?

Segundo, como señaló un amigo, que sin importar el costo de una prenda de vestir cuando es nueva, para una figura pública es casi imposible monetizarlo en los últimos tiempos.

Quiero decir, que ellos no puede exactamente venderlo por eBay; ¿puede usted imaginarse la reacción pública? A pesar de que estamos observando un floreciente mercado de reventa para casi todas las marcas de ropa y accesorios que en la actualidad son conocidos como “vintage” en lugar de etiquetarlo como “usado”, y a pesar del hecho de que las casas de subastas tales como Christie’s mantienen ventas regulares al igual que lo hacen las ventas de Old Master, esto está grandemente fuera del alcance de los famosos a menos que sea una venta por caridad, véase, por ejemplo, el caso de la Princesa Diana, así como Daphne Guinnes, y la herencia de Elizabeth Taylor.

En una situación de caridad todo se vale, excepto recuperar el dinero para sí mismo  (aunque se te dé el crédito fiscal, al menos en EEUU, de forma que haya algún beneficio financiero).

Más allá de la dificultad actual que se puede encontrar al valorar una prenda de vestir, sin embargo, es un problema para los políticos revelar cuánto cuesta vestirse para su país.

Después de todo, por un lado se supone que ellos luzcan bien ya que ellos representan a su gente, y al mismo tiempo se supone que ellos también enarbolen la bandera de las empresas y marcas locales. En efecto  se trata de publicidad para la industria. Y es cierto, ellos son criticados (y no sólo por la gente como yo, sino hasta en discusiones por Internet) por lo bien que ellos lo hagan, sino también en el caso de que no logren cumplir con este deber implícito.

Pero vale señalar que dicho deber cuesta dinero, y ellos no reciben subsidios para la compra de vestimenta. La mayoría de los distritos electorales se sorprenderían si supieran cuánto cuestan los guardarropas de sus líderes, aunque muy fácilmente ellos podrían estimar tales costes por medio de Google.

Una breve incursión en línea revela, por ejemplo, que un traje largo de la diseñadora Alessandra Rich, similar al traje que Samantha Cameron usó en la cena del Estado Británico el año pasado en la Casa Blanca cuesta US$2,750; un traje largo en chiffon y seda estampado de Alexander McQueen, muy parecido al que la señora Obama lució en la Cena de Estado China en el 2011 es de aproximadamente US$5,395 en Net-A-Porter; y los zapatos de Yves Saint Laurent de US$1,030 que Valérie Trierweiler, compañera de Francois Hollande, calzó durante su asistencia al G8 el pasado mayo. Yo podría continuar, pero ya se tiene la idea. Los vestidos, yo podría decir, que de seguro tienen que usarse de nuevo. 

La mayoría de los políticos nunca quieren discutirlo, aunque al hacer sus compras ellos hayan negociado un menor precio de venta al por mayor como “un regalo para la gente” o algo así.

Después de todo, eso tampoco es bueno; de todas formas son condenados si lo hacen (conseguir un tratamiento especial) pero también es condenado si no es así (si llegaran a pagar por el golpe completo). De ahí la solución a continuación: ni preguntes, ni tampoco digas nada.

Excepto que hay este mismo pequeño problema, particularmente en Europa, con la moda actualmente siendo elevada a la misma categoría del arte.

La industria está haciendo las argumentaciones, exitosamente en muchos casos (la Unión Europea anteriormente ha reconocido el lujo como un sector discreto), eso es parte de la herencia cultural de un país, al igual que lo son sus iglesias, sus monumentos y su arte.

Si eso se convierte en  la opinión aceptada entonces sus productos tendrán valor con el tiempo, lo cual en cambio indica que tales pertenencias sí pueden ser valoradas, y que dicho valor puede ser develado.

Después de todo, algunos ministros franceses incluyeron el arte en su última reciente revelación. Por su propia lógica ellos podrían incluir también la ropa.

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