Imaginación y estética en la cosmovisión de Immanuel Kant

Imaginación y estética en la cosmovisión de Immanuel Kant

Immanuel Kant

Immanuel Kant, filósofo y científico prusiano, nació en Königsberg, actual Kaliningrado, Rusia (1724-1804). Orientó sus investigaciones a múltiples disciplinas del saber, pensador central de la ilustración, sistemático no solo en sus estudios e investigaciones sino en su tipo de vida organizada a tal extremo que vivía bajo horarios rígidos que le permitían sacar provecho del ciclo circadiano promoviendo su claridad y efectividad mental. Sus trabajos integrales y sus teorías en epistemología, metafísica, ética y estética lo convirtieron en una de las figuras más influyentes de la filosofía occidental moderna, vigente y respetado aún en el siglo XXI. Recibió las influencias de René Descartes y Jean Jacques Rousseau; a su vez impactó el pensamiento de grandes filósofos como Georg Wilhelm Friedrich Hegel, Friedrich Nietzsche, entre otros…

Trabajó teorías que lo llevaron al concepto del imperativo categórico, a la teoría del idealismo trascendental, el noúmeno, los tipos de juicios…

Su mente brillante distinguió el fenómeno de la cosa en sí. El fenómeno descrito como la realidad tal como la conocemos a partir de las formas a priori (antes de la experiencia); luego, la cosa en sí (noúmeno): incognoscible e inabordable para el ser humano. Según Kant “la más ilustre tarea de nuestra razón es distinguir entre ambos mundos; además de establecer las limitaciones del entendimiento”. En sus Fundamentos de la estética trascendental o teoría del conocimiento juegan un papel importante la intuición y la sensibilidad. La intuición solo tiene lugar en tanto que el objeto nos es dado, cuando el espíritu ha sido afectado por él de cierto modo, la relación con el objeto es inmediata y sirve de medio a todo pensamiento. En cuanto a la sensibilidad es vista como la capacidad de recibir las representaciones según la manera como los objetos nos afectan.

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Al hablar de los objetos bellos, Kant indica que la percepción del objeto no tiene un fin específico, porque en la dimensión estética el sujeto se emancipa de una acción orientada hacia un logro particular. El conocimiento estético bulle sin conceptos, sin el imperativo de una demostración conceptual, el objeto bello es indefinible, no posee explicación. No es efecto de un concepto ni, como observamos antes, de una finalidad.

El filósofo declara que el juicio estético expone una forma universal y a priori (antes de la experiencia). «La belleza es la forma de la finalidad de un objeto en cuanto esta es percibida sin la representación de un fin”(Kant, 1977, p.114). El objeto es experimentado desde el placer estético libre de toda finalidad y de todo concepto. La experiencia de este objeto bello concreto, empírico y singular, se despliega como universal, dado que puede afectar a la diversidad de los sujetos.

La belleza no brota del objeto mismo sino del modo como un sujeto lo percibe; y esta recepción adquiere la condición de una forma apriorística y universal.

Immanuel Kant puntualiza que la estética preludia lo moral al señalar la ley moral que se da a sí misma sin someterse a ninguna legalidad previa. La belleza es «símbolo de la moral» (Kant, 1977, p. 5). Por otro lado, su clasificación y diferenciación de lo bello y lo sublime es fundamental en su pensamiento. Lo bello siempre resplandece a través de las formas de lo visible y limitado y es aprehensión de un objeto limitado mesurado. Lo sublime, en cambio, es el reino de lo desmesurado, lo inacabable, lo ilimitado. Lo sublime matemático es la experiencia de la grandeza desmesurada. Es la bóveda estrellada del cielo; violencia desaforada de una tempestad; roja lava de las laderas de un volcán…Lo sublime, lejos de empequeñecer al hombre, lo eleva, lo afirma en su propia grandeza porque “la sublimidad no está encerrada en cosa alguna de la naturaleza, sino en nuestro propio espíritu, en cuanto podemos adquirir la conciencia de que somos superiores a la naturaleza dentro de nosotros y por ello también a la naturaleza fuera de nosotros» (Kant, 1977, p.163). Lo sublime, como potencia incontenible es propiciado por la naturaleza. Pero la experiencia de la sublimidad como tal sólo acontece en el sujeto.

“Lo estético» para Kant se refiere simplemente a cómo «el sujeto se siente a sí mismo tal como es afectado por una representación» (Kant 1991, p. 121). Estético es un sentimiento específico que nos suscita cualquier representación, sin que importen sus orígenes objetivos. Si se tiene un sentimiento tal que pueda esperarse que pueda exigirse que todo sujeto lo tenga, es decir, que todo sujeto, ante tal representación, pueda reaccionar de esa manera, entonces el sentimiento será estético (Kant 1991, p. 129). En cuanto a lo bello Kant nos explica que, en realidad, no es así, pues con el predicado «bello» no estamos calificando objetivamente algo, sino informando cómo subjetivamente nos afecta. «Bello» no es, pues, un concepto que atribuyamos a las cosas simplemente por sus cualidades objetivas, sino un sentimiento que esperamos se suscite también en los demás. El arte que se apodera de nuestra atención, que nos hace detenernos en él, que da lugar a una actividad reflexiva, tal como atestiguó Kant…

En la Crítica de la razón pura (Kant, p. 138), habla de la imaginación trascendental como un arte oculto en las profundidades del alma humana; condición oculta de todo conocimiento; fundamento de la objetividad del objeto en la subjetividad del sujeto. Precondiciona nuestra experiencia misma del mundo… Para Kant el término ‘trascendental’ se relaciona con las presuposiciones de la experiencia, lo que hace posible la experiencia en primer lugar. En contraste con la metafísica platónica, Kant sitúa este reino trascendental en la mente humana y no en algún otro mundo de Formas Eternas. Llamo trascendental, explicó Kant, “a todo conocimiento que se ocupa no tanto de los objetos como del modo de nuestro conocimiento de los objetos en la medida en que este modo de conocimiento debe ser posible a priori” (CPR, A II). No podemos toparnos con impresiones del mundo que no estén ya prefabricadas en un determinado molde y conectadas con otras.

Finalmente, Kant sostuvo que un juicio estético se expresa siempre que decimos que un objeto es bello. Y la belleza, el término principal de la estética de Kant, resulta de nuestra experiencia de un patrón o finalidad en un objeto. La belleza de un objeto, en otras palabras, deriva del sentido de libertad autónoma que la imaginación disfruta al contemplarlo. La meta del arte no se encuentra en un mundo externo o trascendente, sino dentro de la experiencia artística misma, lo que Kant llama el juego libre de la imaginación. Así liberada de todas las limitaciones externas, la mente se vuelve su propio medio y su propio fin. Esta es la condición estética que Kant describe en su famosa frase: intencionalidad sin propósito. El arte difiere de una herramienta u otro instrumento práctico en la medida en que su ‘finalidad interna’ excluye cualquier propósito fuera de sí mismo. Que algo sea bello, insiste Kant, significa que ya no podemos hacernos la pregunta: ¿para qué sirve?

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