Imaginadores de oportunidades

Imaginadores de oportunidades

TEÓFILO QUICO TABAR
E n la sociedad dominicana, no solo hay varios mundos a partir de la forma como la gente vive y se desenvuelve, sino que hay, como en realidad existen, otros submundos en cada uno de los diferentes segmentos en que está fragmentada. Esos mundos y submundos se incrementan en la medida en que se crean mayores distancias entre los que tienen demasiado, los que tienen algo y los que no tienen nada, creando una amplia franja que se sustenta en un terreno pantanoso y movedizo que cada vez más atentan contra los patrones que nos han normado.

Hay lugares de las ciudades y de las zonas suburbanas, que cada vez que usted pasa en intervalos cortos, nota cómo crecen no solo en población y viviendas arrabalizadas, sino conjuntamente con bancas de apuestas, billares, salones de belleza, colmados, lugares de diversión que se construyen a lo largo de los caminos y carreteras donde se da inicio a un nuevo mundo y sus derivados submundos.

Unos que abandonaron sus campos porque no encontraban mayores oportunidades para si y sus familias o veían muy lejos poder alcanzar los avances del modernismo que les propaga la sociedad de la comunicación. Unos que se pasaban el tiempo echando días de manera esporádica en fincas o conucos ajenos, que no le permitían conseguir las cosas elementales para su familia. Otros que no pudieron alcanzar las costas de alguna isla donde tenían puestas sus esperanzas de lograr lo que algún amigo o familiar les dicen haber conseguido.

Unas que teniendo que levantarse muy temprano a cargar agua, preparar desayuno a sus maridos y a los muchachos para que se vayan a sus faenas diarias, quedándose en sus casas sin mayores compañías que un radio o un televisor para cuando la luz les permita ver o escuchar alguna novela y ponerse a lavar, zurcir y planchar la ropa, para luego ingeniárselas para guardarles la comida y luego algo para la cena. Otras abandonadas por los maridos, maltratadas o engañadas, que se inician en labores o faenas que no les ofrecen horizontes ni les permite convivir con sus hijos, crean dramas que les abren los ojos y las mentes a hijas e hijos, convirtiéndolos en muchos casos en imaginadores de oportunidades que los empujan hasta las aventuras.

Unas y otros, trabajadores del campo y la ciudad, cosechadores de calamidades y muy pocas oportunidades. Con carencias de casi todo, pero viéndolo todo y enterándose de todo, adquieren voluntades rebeldes especiales que los lleva a crear estilos de vida diferentes a los clásicos patrones de conducta que se vivían hace unos años, y vaya usted a indagar si con razón o sin ella.

¿Cuáles oportunidades les ha brindado la sociedad a esas personas para desarrollarse o poder alcanzar los llamados avances modernistas, que no sea un celular en el bolsillo trasero aunque sin minutos o de ponerse unos pantalones Jean igual que lo hacen los más afortunados?.

¿Qué puede exigirle o endilgarle la sociedad, y me refiero a cada una de las instituciones, incluso las de orden moral, a familias de varios hijos viviendo en callejones o al filo de las carreteras o caminos, en casas sin instalaciones de ningún tipo, falta de trabajo y nada para la salud, desde donde surjan, personas que rompan con los patrones normales de conducta, sean estos varones o hembras?.

¿Qué puede enrostrarle la sociedad a quienes nunca han alcanzado más que miseria, trabajo, hambre, inseguridad y acoso?. Eso es lo que está creando los submundos que muchos no quieren ver porque hacerlo sería reconocer el fracaso de la democracia en la búsqueda de una sociedad equilibrada. El modernismo y el progreso se quedan en el mismo grupo, pero ya hay síntomas de que atentan contra su estabilidad y seguridad.

Alejarse de los cinturones de miseria, mudarse a sectores más elegantes o vivir en torres más altas para no ver lo que ocurre a su alrededor, no es la solución, sino que por el contrario, se constituyen en nuevos factores de distanciamientos provocadores.

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