Imaginemos el Reino Unido y la Unión Europea en tres años

Imaginemos el Reino Unido y la Unión Europea en tres años

M.A. El-Erian

Es el verano de 2019, tres años después de que el electorado británico conmocionase al mundo al votar a favor de una salida de la Unión Europea. El Reino Unido ha recuperado su estabilidad económica y financiera así como la confianza nacional. Una Unión Europea, más pequeña y unida, opera de forma más coherente.

Pero ha habido baches en el camino y, como resultado, la economía mundial casi entra en recesión, en un período de inestabilidad financiera y en políticas más aislacionistas. Por otra parte, el peso y la influencia mundial tanto de la UE como del Reino Unido ha disminuido significativamente.

En los meses después del referéndum, el Reino Unido atravesó una seria de traumas políticos. Todos los intentos por eludir el veredicto del referéndum fracasaron. Los dos principales partidos -los conservadores y los laboristas- pasaron por farragosas contiendas para elegir nuevos candidatos. Y aun así los votantes mostraron su rechazo a los dos grupos en las elecciones generales. De alguna manera surgió un nueva “coalición nacional”, que negoció un Acuerdo de Asociación con la UE por el cual se mantuvo el libre comercio de la mayor parte de los productos y los servicios.

Aunque la depreciación de la libra esterlina supuso un fuerte aumento del turismo, la economía del país sufrió. La debilidad de las inversiones empresariales y un frágil consumo llevó al país a la recesión, pese a la rebaja de los tipos de interés del Banco de Inglaterra. El sector financiero fue el más afectado, ya que eliminó empleos por la disminución de los beneficios provocada por una curva de rentabilidad más baja y plana, el deterioro de la calidad crediticia y la transferencia de las operaciones de empresas y empleados fuera de Londres; aunque el cambio fue menos profundo de lo que algunos habían pronosticado.

La UE tuvo sus propios espasmos. Los embravecidos movimientos anti-establishment esperaban que la victoria del bando pro-Brexit se tradujese en una recuperación generalizada de la popularidad entre los votantes. Por el contrario, sólo recibieron un apoyo selectivo ya que los ciudadanos fueron testigos del arrepentimiento de los votantes del otro lado del Canal de la Mancha. Como resultado de ello, muy pocos países siguieron el ejemplo del Reino Unido de salirse de la UE, y los más importantes se quedaron.

Tras el fin de los persistentes enfrentamientos y discusiones con el Reino Unido sobre si la UE debería ser algo más que una zona de libre comercio, Alemania y Francia lideraron con fuerzas renovadas un impulso hacia la unión “más cercana” concebida por los fundadores de la UE. La arquitectura económica regional quedó reforzada, permitiendo por fin a Europa tener esperanzas realistas de un mejor rendimiento económico sostenible.

El referéndum desencadenó un período de intensa reflexión interna en casi todos los países europeos durante tres años. Tanto el Reino Unido como la UE se distanciaron de algunos de sus roles mundiales tradicionales. Y, como EE.UU. dudó de adoptar nuevas responsabilidades internacionales, el vacío quedó cubierto aleatoriamente por otros países, con una fragmentación del sistema mundial y un avance más rápido a lo que Ian Bremmer denominó un mundo G-Cero.

El resto de la economía mundial y de los mercados financieros también quedaron afectados. Pese a todos sus esfuerzos, no pudieron evitar el contagio negativo de la inestabilidad de Europa. Los mercados financieros atravesaron un período de reequilibrio volátil, lo que dificultó el crecimiento mundial. La economía pudo esquivar una recesión mundial gracias a un inteligente liderazgo político de Estados Unidos y de importantes países emergentes -provocado por un “Momento Sputnik” económico muy demorado-.

Pero aún estamos en un 2016 muy turbio, y esta situación hipotética de 2019 es sólo una de las dos grandes posibilidades para la economía mundial conforme se acerca a la trascendental bifurcación que expuse en mi libro “The Only Game in Town”. El otro resultado, igualmente probable, sería una disfunción política aún mayor, que se traduciría en una recesión mundial, una inestabilidad financiera intensa, mayores políticas aislacionistas y el empeoramiento de la desigualdad de ingresos, riqueza y oportunidades.

De una manera algo curiosa, el Reino Unido y la UE son los indicadores principales de cómo avanzará la economía mundial cuando llegue a su fin esta trayectoria y se materialicen más hechos improbables e inimaginables. Esperemos que estén a la altura de las circunstancias.

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