Imitemos a Singapur

Imitemos a Singapur

La semana pasada, por la prensa nos enteramos del robo de un gran número de tapas del alcantarillado público en la Zona Colonial y en otras partes de la ciudad, por la acción combinada de ladronzuelos de poca monta y de metaleros o fundidores que se las compran, para una vez fundidas proceder a exportarlas principalmente a la China Popular, país con un auge extraordinario en la utilización de hierro, cobre y aluminio.

Debemos destacar también, que el hurto de cables del tendido eléctrico y del que utilizan las telefónicas, lo cual ocasiona pérdidas enormes a dichas compañías, por el elevado costo de reposición y de mano de obra lo cual, además, causa inconvenientes a los usuarios que contemplan indefensos, la interrupción de servicios esenciales en su diario vivir o en sus actividades económicas.  No obstante, para impedir esos desmanes, se la ha solicitado al señor Presidente de la República que emita un Decreto prohibiendo la exportación de metales de los cuales no poseemos minas en el país y el Poder Ejecutivo no ha obtemperado a estos justos reclamos.

En Singapur, un pequeño pero pujante estado del sudeste asiático, las violaciones a las leyes, reglamentos, edictos o resoluciones, son respetados a rajatablas y castigados severamente.  Veamos: Hace unos años, un estudiante norteamericano realizó en un edificio público un pequeño grafiti.  Al ser sorprendido en esta acción por la policía fue llevado a un tribunal municipal, quien lo condenó a recibir 17 golpes que se los proporcionaría un especialista en golpear con una vara de bambú en los glúteos.  Los impactos son tan fuertes, que se determinó que el estudiante no resistiría tan grave castigo y por lo tanto se le pidió al Presidente de los Estados Unidos de América que intercediera en su favor.  El tribunal accedió a la petición del Presidente Bush y sólo le propinaron cuatro.  En el primero, expulsó un chorro de excrementos que prácticamente “bañó” a su verdugo.  Los otros tres hicieron que se desmayara.  Cuando se recuperó declaró “que jamás pintaría otro grafiti”.

La ciudad Estado de Singapur posee leyes tan estrictas, lo cual hace que los ciudadanos nativos como los extranjeros cumplan con todos los requisitos, por muy baladíes o superfluos que entiendan que son, como: no escupir en lugares públicos o masticar goma de mascar.

Las leyes de tránsito son casi inviolables.  Nos imaginamos los conductores de “voladoras” deteniéndose en cualquier lugar, o inclusive tomando calles en vía contraria; o lo carros del transporte público denominados “concho” quienes tienen como el Agente 007, hasta derecho para “matar” por constituir la especie denominada “padres de familia”.  En Singapur, estos sujetos, de seguro no violarían la más mínima de las ordenanzas, ya que les hubiera sucedido lo mismo que al estudiante norteamericano, con tal vez la mala fortuna, que si nuestro Presidente hubiese decido interceder por ellos, de seguro le preguntarían:  República Dominicana…¿Y dónde queda ese país?  Si ellos no saben dónde queda el nuestro, al menos nosotros sabemos cómo actúan sus autoridades.  Esperamos que pronto, tanto la Policía Nacional como la Amet, se animen a solicitar que un contingente de ambas instituciones, realicen cursos de entrenamiento en Singapur, para que aprendan a dar a que las leyes se respetan y las  autoridades cumplen con su deber. 

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