Impaciencias e indiscreciones que incriminan

Impaciencias e indiscreciones que incriminan

Todo parece indicar que la violenta muerte del médico Sergio Rafael Rojas Soriano, quien se ejercitaba en los alrededores del Jardín Botánico de Santo Domingo, fue producto de un error de los asesinos en la identificación de su potencial víctima.

Diez minutos después de ese crimen, el licenciado Fausto Rosario, Director del periódico CLAVE, recibía la inusitada y tempranera llamada telefónica de un General de la Policía Nacional. Extrañamente, sólo habló de reunirse esa tarde. Sin embargo, ese mismo oficial fue imposible de ser localizado durante el resto del día. La llamada quedó entonces como una más de aquellos que quieren lucir inaccesibles.

Sin embargo, otras inquietantes informaciones surgirían en breve plazo. De acuerdo con los informes recogidos de fuentes fidedignas, creíbles por demás, parece que el destinatario de los disparos debió haber sido Fausto Rosario. El ejecutivo del periodismo habitualmente se ejercita a esa misma hora dentro de la arbolada área. Una institución tan lucrativa como la intercepción de teléfonos en República Dominicana permitió que alguien vinculado a este negocio hiciera llegar al Director del periódico CLAVE una información detallada sobre quien había ordenado a quien su eliminación física.

Conmocionado por la información, recordó entonces la inusitada y tempranera llamada telefónica que había recibido del General policial. Vino a su mente la idea de que aquella pudo haber sido la llamada de comprobación de un impaciente oficial que trataba de comprobar si la orden impartida había sido cumplida.

Fausto Rosario consultó entonces a un grupo de amigos para ponerlos al tanto de la información recibida. Éstos le recomendaron hacer llegar de inmediato esos datos al Presidente de la República, doctor Leonel Fernández Reyna. Así lo hicieron y parece que el Mandatario dio credibilidad a lo que escuchó ya que los recibió esa misma noche. Durante dos horas, el Presidente conversó con ellos en su despacho de la Fundación que patrocina. Convocó al Jefe de la Policía Nacional a esa reunión para que conociera directamente la información que, aparentemente, lo incriminaba. El presidente Fernández ordenó entonces que, en lo adelante, el jefe policial debía comprobar esas informaciones. Al mismo tiempo, lo hacía responsable de la vida y la integridad del licenciado Fausto Rosario.

Este caso revivió el recuerdo de algo que me tocó vivir en los años 1990, cuando gobernaba Balaguer. Cenaba en un restaurante del malecón capitaleño a orillas del mar Caribe. Bello y sencillo lugar bajo unos almendros enormes con sus hojas lustradas por la espuma del cercano mar. Se presentó entonces un patrullero de la Policía Nacional del cual surgió un General. Éramos pocos los parroquianos en ese momento y, como una medida de cortesía, se acercó a la mesa que ocupaba. La conversación giró alrededor de temas baladíes. En el intercambio, el General dijo lamentarse por la muerte del joven italiano propietario de un restaurante cercano al Palacio Nacional. Reaccioné sobresaltado porque conocía al personaje y estaba al tanto del auge que había tenido su establecimiento. De vuelta a casa por la ruta habitual pasé por delante del mencionado restaurante. Experimenté una grata sorpresa pues, en ese momento, vi salir al propietario. Detuve la marcha y le conté lo conversado con el General policial momentos antes. No dimos gran importancia a aquel comentario.

Sin embargo, al día siguiente me enteré de que el joven empresario italiano había sufrido un atentado contra su vida. Volví a recrear la conversación sostenida con el responsable de las patrullas de la Policía Nacional. Reflexioné hasta concluir que el oficial parecía tener conocimiento anticipado de que el empresario iba a ser víctima de un atentado. Aparentemente, no tenía la información precisa porque creyó que el crimen ya había tenido lugar cuando hablábamos.  Suerte que el joven empresario solamente recibió una herida de bala en el glúteo mientras luchaba para eludir el ataque. La impaciencia y la indiscreción incriminaban al oficial, aunque la sanción nunca llegaría hasta él en la sociedad balaguerista de la impunidad.

Impaciencia e indiscreción semejantes parecen haber tenido lugar con la llamada telefónica hecha a Fausto Rosario minutos después de que tuviera lugar el asesinato del doctor Rojas Soriano. Es probable que la impunidad balaguerista también prevalezca.

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