“Quizás si no hubiésemos estado en todo esto del coronavirus, se hubiera podido evitar”, este es lamento de Ángela Lorenzo, quien tuvo que, de un día para otro, abandonar su vida en el campo, para que su esposo pudiera recibir las atenciones médicas necesarias tras una trombosis.
Y es que esta la señora que a pesar de sus 68 años todavía se le puede ver en sus conucos o con una pila leña al hombro, la trombosis que le dio a su esposo quizás se pudo evitar si la situación en los centros de salud debido al COVID-19 hubiera sido otra.
Todo comenzó un el 21 de marzo, cuando en el país se registraban tres fallecimientos y 112 casos de COVID-19. Ese parecía ser una tarde cualquiera, en la que “Negro”, la pareja de la agricultora se disponía a salir para buscar un poco de leña, pero no le fue posible debido a que colapsó y tuvo que ser sacado de emergencias a un centro de salud del pueblo.
“Ante irse viene donde mí a decirme una cosa. Cuando fue a explicarme lo que estaba era gageando. No le salía el habla. Yo lo senté y me fui a buscar verrón porque no sabía qué hacer, narró Liria, como es conocida por sus allegados, durante una entrevista para el HOY DIGITAL.
Aunque en un principio no sabía cómo enfrentar lo que pasaba, al ver la situación entendió que debían ir al hospital, por lo que le dijo a su pareja que iría donde el vecino más cercano para que la ayudaran a buscar un vehículo que los pudiera llevar al centro de salud. Sin embargo, por un momento Negro se sintió mejor y fue él mismo a buscar la camioneta que lo trasladaría hasta Yamasá, Monte Plata.
De inmediato recibió asistencia de los doctores del centro de salud, quienes le informaron que lo sucedido se debió a que tenía la presión alta.
“Le pusieron una pastilla bajo la lengua. Paso un rato y luego, dijeron a Negro a que orinara como cuatro veces. Después lo inyectaron. Aseguraron que ya con eso se aliviaba y antes de despacharnos le preguntaron que si estaba asustado por estar oyendo la cosa de la corona (Coronavirus) y le explicaron que no le iba a pasar a nada, porque es un hombre fuerte.
Negro le preguntó si le podía volver a dar a lo que el doctor aseguró que no, que se fuera tranquilo para su casa y así lo hicimos”, recordó la señora al hacer una pausa mientras planchaba para conceder la entrevista.
Esta pareja de 48 años de matrimonio pensó que todo había pasado y no sería más que un susto, pero no fue así, pues para amanecer ya el hombre no podía controlar algunas partes de su cuerpo.
Ante la situación, corrieron otra vez para el hospital donde habían estado. Allí le realizaron una serie de exámenes y determinaron que lo enviarían a otro centro de salud que pudiera tratar su condición.
“Llamamos a los muchachos (sus hijos) y ellos dijeron que solicitará que lo despacharan para un hospital en la Capital, que ya venían de camino”, dijo Lorenzo.
Según su testimonio, al llegar a Santo Domingo fueron a varios centros de salud, que alegaron no tener lo necesario para internar a su esposo. Fue en el Hospital Salvador Bienvenido Gautier que lo atendieron y donde pasó cuatro días recibiendo atenciones médicas.
Sin embargo, debido a su edad Ángela y condición de salud (azúcar, osteoporosis, hernia discal, etc.) no le permitieron acompañar a su marido en esos días, sino que eran sus hijos los que se turnaban para estar con él, situación que la mantenía en un estado de preocupación constante, primero por no estar con su compañero de vida en un momento tan difícil y luego por el miedo de que uno de sus hijos se pudiera contagiar de COVID-19 en el trajín del hospital.
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Debido a la situación la pareja se encuentra viviendo en la casa de una de sus hijas en el sector de El Almirante, pues en la comunidad de El 20 de Río Verde, Yamasá, aunque hay una clínica rural que cuenta con un doctor y una enfermera, solo trabaja de martes a viernes y no tiene los equipos para tratar padecimientos complicados.
Para Ángela la situación con coronavirus pudo ser lo que causó preocupación en su esposo que le provocó los ataques, que debido a que no pudieron quizás no permanecieron lo suficiente en el hospital, terminó en una trombosis.
Por tal razón, consideró que el COVID-19 no solo impactó sus vidas porque ya no podían salir de casa o saludar e invitar un café a los sus vecinos, como solían hacerlo sino también en el nivel psicológico, lo que desencadenó todo el proceso que actualmente viven.
Al igual que Ángela y su esposo, para María Rodríguez, residente en el Cruce de Sabaneta, Puerto Plata, su vida se ha complicó de muchas maneras por la pandemia, aunque más en aspecto económico que de salud.
Y que para sobrevivir y poder mantener a sus hijos tres hijos de se dedica a vender alimentos que ella cultiva. “Depende de lo que sea tiempo. Son cositas de a poquito como plátanos, yucas, mangos, guandules…son los vecinos que me compran para ayudar o un mal día que pasa alguien que no es de por aquí. Mi mesita siempre tiene algo para vender y con esos pesitos compró lo que me falta”, explicó la mujer de 51 años.
Continuó diciendo que, aunque no están pasando hambre porque cuenta con los víveres que no se están vendiendo y una que otra gallina que de vez en cuando ponen huevos, el dinero que recibía de su negocio le suplía los alimentos que no puede buscar en su conuco, como: carne, aceite, entre otros.
“Gracias a Dios, aunque sea plátanos con huevo comemos, pero mija usted sabe lo que es, exprimir unos limoncitos y cuando voy a pote de azúcar, ni el fondo tenía, porque el chin que quedaba Juan (el mayor de sus hijos) la cogió para endulzá un café. Pero nada…”, relató.
Esto dice CONAMUCA sobre cómo afecta las mujeres del campo el coronavirus
Para la Confederación de Mujeres del Campo la situación de la crisis sanitaria causada por el Covid-19 ha impactado de manera negativa la vida de las mujeres campesinas, reflejando la triste realidad y el estado de vulnerabilidad en la que están sumergidas, ya que la mayoría son agricultoras, trabajadoras informales y sus compañeros son chiriperos, actividades que se han visto interrumpidas por la pandemia, evitando así que se ganen el sustento del día a día.
“Muchas de las mujeres han sembrado, pero los productos aún no están y la falta de agua a atrasado la producción, otras viven del trabajo informal y doméstico y no han podido y acceder al programa Quédate en Casa y tampoco al Fase, explicó CONAMUCA.
La Confederación considera que el COVID-19 vino a recordar la necesidad de crear políticas públicas que vayan en beneficios de nosotras las campesinas y al mismo tiempo, la de educar en igual para que no sean las mujeres que tengan sobre sus hombros la mayor carga, sino que haya equilibrio.
“Sin duda ante esta situación sigue ilustrando que es necesario coeducar en igual, porque hemos estado sometidas a la sobrecarga de trabajo porque tenemos que estar pendientes del cuidado de los niños y las niñas, los quehaceres del hogar y las que tenemos tierra, trabajarla, además la falta de acceso a insumos de protección, la poca accesibilidad a recursos básicos para alimentarnos y la falta de políticas públicas que vayan en beneficios de nosotras las campesinas”, son algunas de los complicaciones a la que se enfrentan las mujeres.
Aunque no manejan cifras exactas de mujeres contagiadas, CONAMUCA aseguró conocer de algunas que han dado positivo al coronavirus y han tenido que vivir está situación de forma más compleja que para muchos de los afectados, por no poder guardar el aislamiento en su hogar como es debido, por las condiciones de la vivienda, la falta de servicios básicos y hasta de alimentación.
“Conocemos cabeza de familia que se han contagiado en sus espacios de trabajo, y para saber que el resto de la familia está negativo han tenido que buscar dinero para poder hacerle las pruebas porque, aunque los casos han sido reportados, Salud Pública no se aparece por la zona, en ocasiones envían al médico de la comunidad, pero éste suele manejar pocas informaciones del virus”, enfatizó.
Para colaborar con las mujeres de campo, la organización dijo haber realizado levantamiento por zona y tras el análisis han gestionado insumos y alimentos para las familias más vulnerables.
También, la entidad ha promovido mediante las rede sociales una campaña donde hace el llamado a no quedarse callada frente a la violencia de género, aun en periodo de alarma por el COVID 19.
Las mujeres serían las más impactadas por el COVID-19
Para las mujeres ʺlas más pobres entre los pobres” se prevé que la carga física y emocional por el coronavirus sea de un impacto devastador, según estudio del Observatorio Político Dominicano (OPD).
Además, la investigación de la entidad adscrita a la Fundación Global Democracia y Desarrollo (Funglode) indica que la dama que sufren violencia doméstica podría aumentar considerablemente su nivel de angustia, depresión y estrés debido que tienen que pasar más tiempo con el agresor por medidas de confinamiento impuestas por las autoridades para evitar la propagación del virus.
Este son todos los datos que arroja el estudio: