No niego que Manny Ramírez me caía muy mal. ¿Por qué? Le hizo desplantes a toda la prensa deportiva de la República Dominicana.

Igualmente, también ignoró a casi la totalidad de los periodistas deportivos gringos. Como pueden ver, en esta primera parte se la puso difícil a la prensa, que necesitaba entrevistarle.

No me gustaba su falta de entrega. Por ejemplo, una vez, al perder Boston, se limitó a decir que venía una nueva temporada y que eso no era nada.

Eso contrastó con la reacción de grandes peloteros, que ante la adversidad de sus equipos hasta han llorado en el play.

Lo escogían para el Juego de Estrellas y no iba. Una vez luchaba por un título de bateo, y prefirió no jugar en los últimos días. Enfermó varias veces a su abuelita.

En pleno juego, se fue a orinar. En fin, ¡fue un travieso! Ahora bien, su cambio de vida, su entrega a Dios, lo convierte en un hombre nuevo.

Y desde que el hombre acude a Dios, todo hombre debe respetar eso.

Si Manny estará con Dios, yo también estoy con Manny y con Dios. Sus expresiones ayer al llegar a los entrenamientos de Oakland fueron emocionantes. Dijo que junto a su esposa fueron a la iglesia y le pidieron a Dios conseguir ese trabajo.

Lean esto: “Cometí algunos errores y quiero demostrarle a mis hijos que puedo corregirlos. Mi esposa y yo fuimos a la iglesia cada jueves por la mañana, nos arrodillamos y oramos. Fui bendito con esta nueva oportunidad”. Emotivo.

 Ramírez tiene 555 jonrones y 1,831 carreras remolcadas en las mayores.

Yo lo felicito.