Vemos con pena la realidad que viven hoy los equipos del béisbol invernal.
De un lado, son golpeados por el látigo del desprecio de algunos equipos de Grandes Ligas.
De otro lado, entonces son los propios jugadores los que se burlan de los gerentes, sus compañeros, el público y de la prensa deportiva.
Los ejemplos son muchos, y el Licey ha tenido un año para olvidar en ese sentido.
Todo comenzó cuando Juan Francisco se negaba a quitarse los aretes.
Ubaldo Jiménez lanzó y se mandó alegando una gripe que no parecía tener cura, cuando en realidad ya había decidido no lanzar más en RD.
Ahora vemos el caso de Erick Aybar, quien debutó el viernes, y que el sábado se ausentó porque estaba de cumpleaños, enviando una pobre señal a sus compañeros del sacrificio que debe imperar cuando realmente se desea ayudar a un equipo.
Se entiende, en ocasiones, que los equipos no tienen otra salida.
No pueden batallar frente a los equipos de Grandes Ligas, ni mucho menos enfrentar a los estelares.
Todo eso conduce a que los equipos estén con las manos atadas.
¡Y eso apena!
El consuelo es que el béisbol invernal nunca morirá. Sígueme en Twitter: @Elreydelaradio.