El año 2008 cierra arrastrando tras de si los efectos de la tremenda crisis económico-financiera engendrada durante este período de 12 meses en los Estados Unidos y el resto del mundo desarrollado y, en consecuencia, en todo el mundo llamado en desarrollo.
La economía estadounidense, al igual que en el resto declarada ya en recesión, presenta una situación verdaderamente desastrosa: quiebra de instituciones financieras y de otras unidades económicas, industrias líderes como la automotriz, urgidas de ayuda oficial para evitar la bancarrota. Todo ello lleva una secuela de desempleo que se espera que alcance niveles, en el 2009, sin paralelo en decenas de años.
Derivado de esa situación, se agudizará la reducción de la demanda de importaciones y el consumo de la población gran motor de la economía estadounidense mostrará una contracción severa profundizando la disminución de la demanda, desalentando la producción e incrementando el desempleo lo que trae, a su vez, menos consumo. Verdadero ciclo maldito.
La nueva administración encabezada por Barack Obama entrará en ejercicio a partir del 20 de enero y ha anunciado un programa de recuperación y reanimación económica de corte neo keynesiano favoreciendo la inversión en sectores que no generaran un incremento del empleo lo que estimulará la demanda y así, también, la producción.
Sin embargo, esos procesos económicos llevan su tiempo en tener los efectos deseados por lo que por un período de tiempo, que en esta ocasión parece que será relativamente largo 12 a 18 meses -, los efectos de la crisis se seguirán sintiendo en la sociedad norteamericana y otras e impactarán a las economías más dependientes del comportamiento de esos mercados en recesión.
Tal es el caso de la República Dominicana, tan altamente dependiente del comportamiento de la economía estadounidense.
La disminución de las importaciones en EE.UU. significará, ineludiblemente, menos exportaciones desde la RD, pero, además, esa reducción de la demanda impactará a las zonas francas nacionales y otros sectores de la economía nacional -, lo que provocará un aumento del desempleo interno; a su vez, un mayor desempleo en Norteamérica y otras naciones desarrolladas, con importantes núcleos de dominicanos, conllevará menos remesas; lógicamente, ante la crisis que golpea a la familia norteamericana y europea – principales fuentes del turismo que nos visita ésta suspenderá sus planes de vacacionar ante la incertidumbre de lo que le puede esperar en los próximos meses.
Todos esos efectos, evidentemente, tienen los ingredientes para poder producir un impacto terrible en la sociedad dominicana.
La crisis es inevitable al igual que sus efectos. Lo único posible es una actitud gubernamental responsable, en el corto plazo, para amortiguar sus efectos y el diseño de una estrategia de largo plazo para hacernos menos vulnerable.